A PROPÓSITO DE LAS
PEREGRINACIONES
Capitulo VIi
ESTUDIOS SOBRE LA
FRANCMASONERÍA Y EL COMPAÑERAZGO
René Guénon
La reciente reimpresión, en "Voile d'Isis",
del notable artículo de Grillot de Givry a propósito de los lugares de
peregrinaje nos induce a volver sobre esta cuestión, a la cual ya habíamos
aludido en esta misma publicación, tal como lo recordara Clavelle en su
presentación del citado artículo. Anotemos, en primer lugar, que la voz latina
peregrinus, de la que deriva "peregrino", significa a la vez "viajero" y
"extranjero". Esta simple observación sugiere, al punto, algunos paralelos
bastante curiosos: en efecto, por una parte, entre los "Compagnons",
algunos de ellos se reconocen como "viandantes" y algunos otros como
"extranjeros", lo que corresponde precisamente a los dos sentidos de
peregrinus (que, por lo demás, se encuentran también en el término hebreo
gershôn); y por la otra, en la misma Masonería moderna y "especulativa" las
pruebas simbólicas de la iniciación se denominan "viajes".
Por otro lado, en
muchas tradiciones de diversa fuente, los diferentes estadios iniciáticos se
describen a menudo como las etapas de un viaje; a veces, se trata de un viaje
ordinario, a veces también de una navegación, tal como hemos señalado ya en
otras ocasiones. Este simbolismo del viaje parece ser que se encuentra más
difundido aún que el de la guerra, del cual hablábamos en nuestro último
artículo; por lo demás, ambos simbolismos no dejan de presentar entre sí cierta
relación, relación que algunas veces ha llegado a reflejarse exteriormente en
los hechos históricos; estamos pensando aquí en especial en el estrecho vínculo
que existió, durante la Edad Media, entre los peregrinajes a Tierra Santa y las
Cruzadas. Agreguemos todavía que, aún en el lenguaje religioso más corriente, la
vida terrena, entendida como un período de pruebas, asimilada a menudo con un
viaje, o incluso más expresamente con una peregrinación y el mundo celeste –meta
de tal peregrinar– se identifica también simbólicamente con la "Tierra Santa" o
"Tierra de los Vivientes".
El estado de "errabundez", si podemos
decirlo así, o sea de migración, es entonces, de manera general, un estado de
"prueba" y, aquí también, podemos señalar que, en efecto, éste es precisamente
el carácter que reviste en organizaciones como el Compañerazgo. Además, lo que
bajo este aspecto resulta válido para los individuos puede serlo también, al
menos en ciertos casos, para algunos pueblos considerados colectivamente: un
ejemplo muy claro es el de los Judíos, que vagaron durante cuarenta años por el
desierto antes de alcanzar la Tierra prometida. Pero aquí conviene hacer una
distinción, puesto que dicho estado, esencialmente transitorio, no debe ser
confundido con el estado nómada que es normal en ciertos pueblos: aún habiendo
arribado a la Tierra prometida –y hasta los tiempos de David y de Salomón– los
Judíos fueron un pueblo nómada, pero, evidentemente, este nomadismo no reunía
las mismas condiciones que su peregrinación en el desierto.
Es posible considerar, además, un tercer caso de "errabundez", que podemos
designar con mayor propiedad con la palabra "tribulación": es el caso de los
Judíos después de la dispersión y asimismo, según todo parece indicarlo, también
el de los Gitanos; pero esto último nos llevaría demasiado lejos y diremos
solamente que también este caso es aplicable tanto a las colectividades como a
los individuos. Estas observaciones bastan para comprender el grado de
complejidad que presentan estas cosas, y cuántas distinciones es posible
establecer entre quienes exteriormente se presentan bajo las mismas apariencias
confundidos con los peregrinos en el sentido ordinario de la palabra, tanto más
cuando que aún nos queda por agregar esto: a veces sucede que algunos iniciados,
ya arribados a la meta, algunos "adeptos" inclusive, vuelvan a tomar, por
motivos especiales, la apariencia antedicha de "viajeros". Pero volvamos a los
peregrinos: sabido es que los elementos que los distinguían eran la venera
(llamada de Santiago) y el bastón; éste último, que se encuentra también en
estrecha correspondencia con la caña del Compañerazgo, es naturalmente un
atributo del viajero, pero tiene varios otros significados, y quizá un día
dedicaremos a esta cuestión un estudio específico. En cuanto a la venera, en
algunas regiones francesas se la llama "creciste", palabra que debe
asociarse con "creuset" [en castellano: "crisol"], lo que nos conduce
nuevamente a la idea de las pruebas, considerada más particularmente según un
simbolismo alquímico, y entendida en el sentido de la "purificación", la
Katharsis de los pitagóricos, que era precisamente la fase preparatoria de
la iniciación.
Siendo que a la venera se la ve más
especialmente como un atributo de Santiago, nos vemos llevados a hacer, a
propósito de esto, una consideración concerniente al peregrinaje a Santiago de
Compostela. Las rutas que seguían en otros tiempos los peregrinos son llamadas
con frecuencia, aún hoy día, "caminos de Santiago"; pero esta expresión tiene al
mismo tiempo otra aplicación bien distinta: en efecto, el "camino de Santiago",
en el habla campesina, es también la Vía Láctea; y esto quizá resultará menos
inesperado si se tiene presente que Compostela, etimológicamente, significa
precisamente el "campo estrellado".
Encontramos aquí otra idea, aquella de los
"viajes celestes", por lo demás en correlación con los viajes terrestres; es
este otro punto en el que, por el momento, nos es imposible detenernos, y al
respecto indicaremos solamente que puede presentirse ahí cierta correspondencia
entre la situación geográfica de los lugares de peregrinaje y el ordenamiento
mismo de la esfera celeste; en este caso, aquella "geografía sagrada" a la que
aludimos repetidas veces se integra, pues, en una verdadera "cosmografía
sagrada".
Siempre a propósito de los recorridos que
seguían los peregrinajes, resulta oportuno recordar que Joseph Bédier ha tenido
el mérito de destacar la relación existente entre los santuarios que jalonaban
sus etapas y la formación del "cantar de gesta". Generalizando este hecho, como
creemos sea posible hacer, podría decirse la misma cosa en lo que concierne a la
propagación de una multitud de leyendas, cuyo verdadero alcance iniciático,
lamentablemente, raras veces los modernos saben reconocer. En razón de la
pluralidad de sentidos que incluían, los relatos de este tipo podían destinarse
al mismo tiempo al común de los peregrinos y ...a los otros; cada uno los
comprendía en la medida de la propia capacidad intelectual, y sólo algunos
penetraban el significado más profundo, tal como ocurre en toda enseñanza
iniciática. Puede anotarse también que, por distintos que fueran todos aquellos
que recorrían estos caminos, mercaderes ambulantes y mendigos incluidos, se
establecía entre ellos, por motivos indudablemente difíciles de determinar,
cierta solidaridad que se reflejaba por la adopción en común de un lenguaje
convencional especial, el "argot de la Venera" o "habla de los peregrinos". Cosa
interesante, León Daudet señaló en uno de sus últimos libros que muchas palabras
y locuciones propias de esta lengua se vuelven a encontrar en los escritos de
Villon y Rabelais;
y, a propósito de este último, indica también –cosa que, siempre desde el mismo
punto de vista, vale la pena de ser subrayada– que durante varios años, Rabelais
"peregrinó a lo largo y a lo ancho de la provincia de Poitou, en aquel entonces
célebre por los misterios y farsas que allí se interpretaban y también por las
leyendas que corrían; en Pantagruel se encuentran las huellas de tales leyendas,
de aquellas farsas, y cierto número de vocablos propios de los habitantes de Poitou".
Si hemos citado esta última frase es porque, además del hecho de que hace
mención de aquellas leyendas de que hablábamos poco antes, promueve otra
cuestión relacionada con lo que venimos tratando, es decir la cuestión de los
orígenes del teatro: en sus comienzos, este último fue por un lado esencialmente
ambulante y, por otro, revestía un carácter religioso, al menos en cuanto a sus
formas exteriores –carácter religioso comparable por otra parte al de los
peregrinos y de quienes asumían sus apariencias. Lo que resalta la importancia
de este hecho, es la comprobación de que el mismo no se circunscribe al ámbito
de la Europa medieval; la historia del teatro en la antigua Grecia es
completamente análoga y podríamos también encontrar ejemplos de este tipo en la
mayor parte de los países de Oriente.
Pero no pudiendo extendernos más,
consideraremos solamente todavía un último punto, a propósito de la expresión
"nobles viajeros" aplicada a los iniciados, o al menos a una parte de los
mismos, precisamente con motivo de sus peregrinaciones. A este respecto, O. V.
de L. Milosz ha escrito lo siguiente: "Los 'nobles viajeros', es el nombre
secreto de los iniciados de la antigüedad, transmitido por tradición oral a
aquellos de la Edad Media y de los tiempos modernos. Ha sido pronunciado por
última vez en público el 30 de mayo de 1786, en París, en el transcurso de una
sesión del Parlamento dedicada al interrogatorio de un célebre imputado (Cagliostro),
víctima del libelista Théveneau de Morande. Los peregrinajes de los iniciados no
se distinguían de los comunes viajes de estudio, salvo por el hecho de que su
itinerario coincidía rigurosamente, bajo las apariencias de un trayecto azaroso,
con las aspiraciones y aptitudes más secretas del adepto. Los ejemplos más
ilustres de tales peregrinajes nos los brindan: Demócrito, iniciado en los
secretos de la alquimia por los sacerdotes egipcios y por el sabio persa Ostanes,
así como en las doctrinas orientales durante su permanencia en Persia y, según
algunos historiadores, en la India; Tales, formado en los templos de Egipto y de
Caldea; Pitágoras, que visitó todos los países conocidos por los antiguos (y muy
posiblemente, la India y la China) y cuya estadía en Persia se distinguió por
sus encuentros con el mago Zaratas, en las Galias por su colaboración con los
Druidas y, finalmente, en Italia por sus discursos ante la Asamblea de los
Ancianos de Crotona. A estos ejemplos, sería oportuno agregar las estancias de
Paracelso en Francia, Austria, Alemania, España y Portugal, Inglaterra, Holanda,
Dinamarca, Suecia, Hungría, Polonia, Lituania, Valaquia, Carniola, Dalmacia,
Rusia y Turquía, así como los viajes de Nicolás Flamel por España, donde el
Maestro Canches le enseñó a descifrar las famosas figuras jeroglíficas del libro
de Abraham el Judío. El Poeta Robert Browning definió la naturaleza secreta de
estos peregrinajes científicos con una estrofa extraordinariamente rica en
intuición: 'Veo mi itinerario como el ave su ruta sin huellas; un día u otro, en
su día predestinado, llegaré. Él me guía, Él guía al ave' Los años de viaje de
Wilhelm Meister poseen el mismo significado iniciático".
Hemos considerado oportuno reproducir por entero este pasaje, a pesar de su
extensión, en razón de los interesantes ejemplos que contiene; indudablemente,
no sería difícil encontrar todavía varios otros ejemplos, más o menos conocidos,
pero éstos son particularmente característicos, aún cuando sea posible que no
todos se refieran al mismo caso entre aquellos que hemos distinguido
anteriormente, siendo necesario evitar de confundir los "viajes de estudio" aún
cuando fueran realmente iniciáticos, con las misiones especiales de los adeptos
o incluso de ciertos iniciados de menor grado.
Volviendo a la expresión "nobles viajeros",
queremos sobre todo señalar el hecho de que el epíteto "nobles" parece indicar
que la misma debe referirse, no ya a cualquier iniciación indistintamente, sino
más propiamente a una iniciación de Kshatriyas, o aquello que podemos llamar
"arte real", según el vocablo conservado hasta nuestros días por la Masonería.
En otras palabras, se trataría, entonces, de una iniciación que se relaciona, no
ya con el ámbito metafísico puro, sino con el orden cosmológico y las
aplicaciones ligadas a esta esfera, o sea a todo aquello que en Occidente ha
sido conocido bajo la denominación general de "hermetismo".
Si esto es así, entonces Clavelle ha tenido perfectamente razón en decir que,
mientras que San Juan corresponde al punto de vista puramente metafísico de la
Tradición, Santiago correspondería más bien al punto de vista de las "ciencias
tradicionales"; e incluso sin evocar el paralelo –sin embargo asaz probable– con
el Maître Jacques ("Maestro Santiago o Yago o Jacobo o Jaime)") del "Compañerazgo"
diversos indicios concordantes llevarían a comprobar que dicha correspondencia
se encuentra efectivamente justificada. Precisamente a este ámbito, que podemos
llamar "intermediario", se refiere en efecto todo lo que se ha propagado a
través del canal de los peregrinajes, así como las tradiciones del "Compañerazgo"
y aquellas de los Gitanos. El conocimiento de los "pequeños misterios", que
corresponde al conocimiento de las leyes del "devenir", se adquiere recorriendo
la "rueda de las cosas"; pero el conocimiento de los "grandes misterios", siendo
el conocimiento de los principios inmutables, exige la contemplación inmóvil en
la "gran soledad", en ese punto fijo que es el centro de la rueda, el polo
invariable a cuyo alrededor se cumplen, sin que él participe, las revoluciones
del Universo manifestado.
Artículo publicado originalmente en "Voile
d'Isis", nº de junio de 1930.
NOTAS
Por lo que concierne al simbolismo de la "Tierra Santa", ver nuestro estudio
sobre El Rey del Mundo, y también nuestro artículo publicado en el
número especial del Voile d'Isis dedicado a los Templarios.
(Nota de Ed. Traditionnelles: Sobre este tema podrá
consultarse asimismo el cap. III de Sobre el esoterismo cristiano y el
cap. XI de Símbolos de la Ciencia sagrada).
La distinción entre pueblos nómadas (pastores) y sedentarios (agricultores),
que remonta a los orígenes mismos de la humanidad terrestre, es de gran
importancia para la comprensión de los caracteres especiales de las diferentes
formas tradicionales.
Podemos referirnos aquí a cuanto dijimos en El Rey del Mundo sobre la
designación de los iniciados, en diversas tradiciones, mediante términos que
se remontan a la idea de "pureza".
Les Horreurs de la Guerre,
págs. 145, 147 y 167.
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