reseñas de libros
Capitulo XiX
ESTUDIOS SOBRE LA
FRANCMASONERÍA Y EL COMPAÑERAZGO
René Guénon
1.- Pierre Lhermier.
Le mystérieux Comte de Saint-Germain, Rose-Croix et
diplomate. Editions Colbert, Paris). –Este libro,
publicado tras la muerte de su autor, es un estudio histórico bastante
superficial y que, a decir verdad, no aclara mucho el “misterio” de que se
trata. El Sr. Lhermier expone primero las múltiples hipótesis emitidas respecto
al conde de Saint-Germain; él no se pronuncia por ninguna, pero parece sin
embargo inclinarse por admitir que podía pertenecer a la familia de los
Estuardo, o al menos a su entorno. Una de las razones que aporta reposa, por
otra parte, sobre una confusión bastante sorprendente: “Saint-Germain era
Rosa-Cruz, escribe textualmente, es decir, que pertenecía a la Francmasonería de
rito escocés, de tendencia católica y estuardista... “ ¿Hay que decir que la
Masonería “jacobita” no era en absoluto el rito escocés y no comportaba ningún
grado de Rosa-Cruz, y también, por otro lado, que este grado, a pesar de su
título, nada tiene que ver con el Rosacrucismo del que Saint-Germain habría sido
uno de los últimos representantes conocidos? La mayor parte del volumen está
dedicada al relato entremezclado de anécdotas diversas de los viajes en el curso
de los cuales el héroe habría cumplido, por cuenta de Luis XV, misiones secretas
en relación con diversos asuntos políticos y financieros, en todo ello, hay
también puntos dudosos, y no se trata, en todo caso, más que del lado más
exterior de esta existencia enigmática. Señalemos que, según el autor, ciertos
dichos extraordinarios, mantenidos por Saint Germain, especialmente respecto a
la edad que se atribuía, deberían en realidad cargarse en la cuenta de un
mistificador denominado Gauve, que se hacía pasar por él, parece, por
instigación del duque de Choiseul, el cual quería desacreditar así a un hombre
en quien veía un peligroso rival. Pasaremos de la identificación de Saint-Germain
con algunos otros personajes misteriosos, así como sobre muchas otras cosas más
o menos hipotéticas; pero debemos al menos remarcar que se le presta, a fe de
algunos indicios más bien vagos, una especie de filosofía “panteísta” o
“materialista” ¡que no tendría ciertamente nada de iniciático! En las últimas
páginas, el autor vuelve sobre lo que llama “la secta de los Rosa-Cruz”, de
manera que parece un poco contradictoria con la aserción que antes citábamos;
como habla además según fuentes tales como la Sra. Besant y F. Wittemans,
incluso Spencer Lewis, Imperator de la A.M.O.R.C., sin contar a cierto
“Fr. Syntheticus, R. C., escritor ocultista cuya obra hace ley”(!), no hay que
sorprenderse de las nociones prodigiosamente confusas, y que, incluso desde el
punto de vista histórico al cual quiere atenerse, lo que dice apenas tiene
relación con la verdad. Ello prueba todavía una vez más que cierto escepticismo
no es siempre lo que mejor garantiza librarse del peligro de aceptar sin control
las peores fantasías; algunos conocimientos tradicionales, aunque fuesen de
orden elemental, serían sin duda mucho más eficaces a este respecto.
2.- G. De Chateaurhin.
Bibliographie du Martinisme.
(Derain et Raclet, Lyon). –Esta bibliografía (cuyo autor nos
parece que tiene un estrecho parentesco con el Sr. Gérard van Rijnberk, del cual
examinamos en su tiempo la obra sobre Martines de Pasqually comprende bajo la
denominación común de “Martinismo”, según el hábito establecido sobre todo por
ocultistas contemporáneos con su ignorancia de la historia masónica del siglo
XVIII, varias cosas totalmente diferentes en realidad: la Orden de los Elegidos
Cohen de Martines de Pasqually, el régimen Escocés Rectificado con J.-B.
Willermoz, el misticismo de L.-Cl. de Saint-Martin, y en fin el Martinismo
propiamente dicho, es decir, la organización reciente fundada por Papus.
Pensamos que habría sido preferible dividirla en secciones correspondientes a
tan diferentes temas, más bien que en “obras dedicadas especialmente al
Martinismo” y “obras en las cuales se trata del Martinismo incidentalmente”, la
cual habría podido ser más bien una simple subdivisión de cada una de tales
secciones; en cuanto a las “fuentes doctrinales” que aquí son mencionadas
aparte, son únicamente los escritos de Martines de Pasqually y de L.-Cl. De
Saint Martin, y, de hecho, no podía haber otros. Habría sido bueno también el
marcar de alguna forma, sobre todo para las obras recientes, una distinción
entre las que tienen un carácter, sea martinista, sea masónico, las que al
contrario están escritas con un espíritu de hostilidad (sobre todo son obras
antimasónicas), y las que se colocan en un punto de vista “neutro” y puramente
histórico, el lector así habría podido orientarse mucho más fácilmente. La lista
nos parece en suma bastante completa, bien que el Discurso de Iniciación de
Stanislas de Guaita, que hubiese merecido un lugar, esté ausente; pero no vemos
verdaderamente muy bien qué interés había en hacer figurar esta inverosímil
mistificación que se llama El Diablo en el siglo XIX (sin
mencionar además el folleto titulado El Diablo y el Ocultismo que Papus
escribió en respuesta), tanto más cuanto que, por el contrario, se ha desdeñado
citar el Lucifer desenmascarado de Jean Kostka (Jules Doinel).
Donde el Martinismo es sin embargo tratado más directamente.
3.- Dr. R. Swinburne Clymer.
The Rosicrucian Fraternity in America.
Vol. II (“The Rosicrucian Fondation”, Quakertown, Pennsylvania).
–Hemos reseñado precedentemente (nº de abril de 1937) el primer volumen
publicado bajo este título; en cuanto al segundo, que es verdaderamente enorme
(¡más de mil páginas!) Las circunstancias no nos han permitido aún hablar de él
hasta aquí. El principal adversario del Dr. Clymer, el Imperator de la
A.M.O.R.C., ha muerto entre tanto, pero evidentemente ello no quita nada del
interés que presenta esta obra desde un especial punto de vista, puesto que se
trata de un caso típico de charlatanismo seudo iniciático, al cual vienen
incluso a añadirse, como ya hemos explicado, influencias de un carácter todavía
más sospechoso. Hay que reconocer, por lo demás, que, como otros ya han notado
antes, el Dr. Clymer daña mucho su causa al emplear demasiado frecuentemente un
lenguaje “argótico” e injurioso, del cual lo menos que puede decirse es que
carece totalmente de dignidad; pero poco nos importa en el fondo, pues en
absoluto estamos tentados de tomar partido en semejante querella. Como quiera
que se pudiese pensar de lo bien fundado de sus pretensiones, su exposición es
en todo caso muy “instructiva” en diversos aspectos: así, puede verse, entre
otras cosas cómo un abogado puede entenderse con el de la parte adversaria para
arreglar un asunto con la ignorancia de su cliente y en detrimento de los
intereses de éste; y es desgraciadamente probable ¡que tales costumbres no sean
particulares de América! Por otra parte, es verdaderamente difícil, repitámoslo
aún a este propósito, comprender cómo organizaciones que se dicen iniciáticas
pueden llevar así sus diferendos ante una jurisdicción profana; incluso si no lo
son realmente, ello no cambia nada al respecto, pues, en buena lógica, deberían
al menos comportarse como si lo fueran. Ocurre necesariamente una de estas dos
cosas: o bien el juez es profano el mismo, y entonces es incompetente por
definición, o bien es Masón, y, como cuestiones masónicas están tan mezcladas en
todas estas historias, él debe, entre sus obligaciones de discreción iniciática
y los deberes de su cargo público, encontrarse en una situación más bien falsa y
singularmente apurada... Con relación a las cuestiones a las que aludimos,
debemos destacar que el Dr. Clymer tiene sobre la regularidad masónica ideas de
todo punto especiales: de dos organizaciones parecidamente irregulares, y además
del mismo origen, él no tiene más que elogios para una, mientras que colma a la
otra de injurias y denuncias; la razón de ello es muy simplemente que la primera
se ha adherido a su propia “Federación” y la segunda a la “Federación” rival.
Tales motivos sobre todo mezquinos no quitan, a decir verdad, para que la
documentación concerniente a esta última, denominada F.U.D.O.S.I., es decir,
Federatio Universalis Dirigens Ordines Societatesque Initiationis (¡qué
latín!), sea, siempre desde el mismo punto de vista, una de las cosas más
interesantes entre todas las que contiene el libro; ¡cuán edificantes son las
actuaciones de esos medios supuestamente “fraternales”! Hemos reencontrado ahí
viejos conocidos, entre los cuales algunos supervivientes del antiguo movimiento
ocultista francés, que parece no querer decidirse a desaparecer del todo..
Naturalmente, es cuestión de nuevo de Theodor Reuss, alias “Frater
Peregrinus”, de Aleister Crowley y de su O.T.O, sin hablar de muchos otros
personajes (reales e imaginarios) y de otras agrupaciones de un carácter no
menos extraño; todo ello, que no podría resumirse, constituye una importante
recopilación de documentos que debería consultar cualquiera que se proponga
escribir algún día con detalle la fantástica historia de las seudo iniciaciones
modernas
4.- Albert Lantoine. Les
Sociétés secrèts actuelles en Europe et en Amerique.
(Presses Universitaires de France, Paris). Este
pequeño volumen, que estaba presto para aparecer en Francia en 1940, pero cuya
salida se ha retardado cinco años por los acontecimientos, forma parte de una
colección que está evidentemente destinada al “gran público”, lo que explica su
carácter un poco superficial. Se encuentra sin embargo una muy loable distinción
entre “sociedades secretas iniciáticas” y “sociedades secretas políticas”, de
donde su división en dos partes “que nada tienen en común entre ellas salvo la
similitud de sus etiquetas”. En cuanto a decir que las primeras se distinguen de
las otras en que “la solidaridad no es en ellas de orden sentimental, sino de
orden espiritual”, ello es sin duda justo, pero insuficiente, tanto más cuanto
que lo “espiritual” parece no ser concebido aquí más que como un simple asunto
de “pensamiento”, lo que está muy lejos del verdadero punto de vista iniciático;
en todo caso, la cuestión es mucho más compleja de hecho, y nos permitimos
remitir a lo que hemos dicho en nuestro Apreciaciones sobre la Iniciación
(cap. XII). Por otro lado, nos es absolutamente imposible compartir ciertos
puntos de vista sobre una pretendida oposición entre la religión y todo lo que
tiene un carácter secreto en general e iniciático en particular; una distinción
clara entre el exoterismo y el esoterismo basta para poner cada cosa en su sitio
y hacer desaparecer toda oposición, pues la verdad es que se trata de dos
dominios enteramente diferentes. –La primera parte comienza con un corto
capítulo sobre las “pequeñas sociedades iniciáticas”, cuya ausencia no habría
hecho perder nada a la obra, pues los pocos datos que contiene están tomados de
fuentes muy profanas, y, además, aparece ahí una frase más bien desgraciada, que
parece admitir las pretensiones de las organizaciones seudo iniciáticas de todo
género: ciertamente ¡no es por el hecho de que un grupo practique un simulacro o
una parodia de iniciación por lo que tiene el derecho de decirse iniciático!
Añadamos seguidamente que el capítulo sobre el Compagnonnage, bien que no
incluyendo nada inexacto, es también lamentablemente insuficiente; ¿se lo
considera como “cosa del pasado”, luego “inactual” y por eso no se ha juzgado
oportuno concederle más lugar en este libro? Lo que hay de más interesante y
mejor hecho, es ciertamente el resumen de la historia de la Masonería en Europa
y más particularmente en Francia, y esto se comprende sin dificultad, puesto que
se trata en cierto modo de la “especialidad” del autor; pero lo que concierne a
los orígenes está terriblemente simplificado; ¿y por qué siempre esta especie de
temor a remontarse más alla´de 1717? En cuanto a la Masonería americana, es
evidente que el autor sólo tiene un conocimiento bastante incompleto; para los
altos grados especialmente, parece ignorar todo lo que no es el Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, que sin embargo está muy lejos de ser el más extendido en
los países anglo-sajones... Se encontrará también en este libro, para América,
algunas indicaciones históricas sobre los Old Fellows y los Knights of
Pythias, así como sobre ciertas asociaciones de negros cuyo carácter es
bastante mal definido: aquí aún, reencontramos la molesta tendencia a creer que
basta que la admisión de los miembros se acompaña de “ceremonias” para que sea
permisible hablar de iniciación. –La segunda parte, dedicada a las “sociedades
secretas políticas”, pasa revista, para Europa, a las sociedades irlandesas, los
Comitadjis de Macedonia, los Ustachis de Croacia; para América, los
“Caballeros de Colón”, la Orden de los Hiberniens, el Ku-klux-Klan
(del que por lo demás se dice muy poca cosa), las sociedades judías y algunas
otras organizaciones de menor importancia. –La conclusión tiene un tono
“despegado” e incluso un poco escéptico, que es más bien decepcionante; pero, a
fin de cuentas, quizás es casi inevitable que sea así entre aquellos que, en el
estado actual de las organizaciones iniciáticas occidentales, no han logrado
descubrir lo que es verdaderamente la iniciación.
5.- John Charpentier.
L´Ordre des Templiers. (“La Colombe”,
Paris). El autor de este libro ha publicado recientemente algunas novelas en las
cuales hace jugar a los Templarios, o a sus continuadores reales o supuestos, un
papel que parece testimoniar ideas sobre todo singulares aeste respecto; también
nos temíamos reencontrar aquí fantasías del mismo género, pero felizmente no hay
nada de eso: se trata esta vez de un estudio histórico hecho seriamente, lo que
ciertamente vale mucho más. Lo que hay que lamentar solamente, tanto más cuanto
que se trata del lado más interesante de la cuestión, es que resulta casi
imposible comprender cuál es el pensamiento exacto del autor en lo que concierne
al esoterismo de los Templarios: en el origen, no abría habido entre ellos
“ningún esoterismo” (pero la caballería misma, en general, ¿no tenía sin embargo
cierto carácter iniciático? Se habría introducido el esoterismo más tarde ¿pero,
de dónde habría venido? Del Oriente sin duda; sin embargo, de sus relaciones con
los Ismaelitas, no habrían recogido apenas sino la idea de cierta jerarquía de
grados (que, por lo demás, parece aquí confundirse con las funciones) y la de un
“universalismo pacifista” (sic) que es quizás, la concepción del Imperio
tal como Dante la expuso. Discutiendo la cuestión de la pretendida “herejía” de
los Templarios, J. Charpentier utiliza ampliamente los artículos de Probst
Biraben y Maitrot de la Motte-Capron: como ya hemos examinado estos con detalle
(nº de octubre-noviembre de 1945), no volveremos sobre ello. Él no cree que
hayan sido realmente heréticos, pero admite que hayan podido ser “gnósticos”;
remarca además muy justamente, a este propósito, que “bajo esta etiqueta se
encuentran reunidas muchas nociones heteróclitas, sin relación unas con otras,
y a veces incluso inconciliables” y que además, “no se posee apenas sobre el
gnosticismo otras informaciones que las proporcionadas por sus adversarios”.
Pero he aquí ahora que las cosas se complican extrañamente: por una parte, es al
gnosticismo valentiniano al que “los Templarios se vinculan lejanamente”; por
ora parte, “para hablar del gnosticismo de los Templarios, haría falta que
hubiese existido una gnosis activa en la época en la cual vivieron”, lo que no
ocurría. Por añadidura, no debía tratarse de una doctrina, pues “no se ha
recogido ningún testimonio probatorio”, y los Templarios, “no se han hecho
propagandistas (?) más que de ideas sociales y políticas fundadas sobre la
solidaridad”. Sin embargo, habría habido entre ellos una transmisión oral (pero
de que alcance?) Finalmente, se encuentra que poseían un esoterismo de origen
pitagórico, sin que se pueda adivinar de dónde y cómo lo han recibido; ¡es
verdaderamente difícil el orientarse en todo eso! No comprendemos muy bien
tampoco cómo se puede pensar que el “Joanismo” procede, no de San Juan
Evangelista, sino de San Juan Bautista; pero, por lo referente al Pitagorismo,
señalaremos que es quizás en las relaciones de los Templarios con las
corporaciones de constructores (que no son mencionadas aquí más que
incidentalmente) donde se podría encontrar la clave del enigma... en un último
capítulo se trata de la Masonería “templaria”, que es “liquidada” de manera
verdaderamente muy sumaria (y notemos de pasada el curioso lapsus que le ha
hecho escribir “Magnus Grecus” en lugar de “Naymus Grecus”), después de los
neotemplarios de Fabré-Palaprat; y aquí hemos sentido viva sorpresa viéndonos
nombrado entre los que “han acreditado la tesis según la cual ¡Larménius habría
sido el legítimo sucesor de Molay! Ahora bien, en tanto que podamos recordar,
jamás hemos escrito en ninguna parte una sola palabra sobre la cuestión; y, en
todo caso, estaríamos tanto menos tentado a sostener esta tesis, cuanto que no
estamos del todo seguros de que dicho Larmenius haya existido realmente pues
tenemos por extremadamente sospechoso todo lo relacionado con él y comprendido
el “alfabeto secreto”, proveniente de una fuente neotemplaria; esperamos que se
tendrá a bien, en su momento, tener en cuenta esta rectificación.
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