The Masonic Trowel

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RESEÑAS DE ARTICULOS DE REVISTAS APARECIDAS DE 1945 A 1950

Capitulo XVIII

ESTUDIOS SOBRE LA FRANCMASONERÍA Y EL COMPAÑERAZGO
René Guénon


Enero de 1945

1.- Nos toca volver una vez más sobre la cuestión de los Templarios, pues hemos tenido noticia, muy tardíamente por otra parte, de toda una serie de artículos que publicaron sobre el tema J.H. Probst-Biraben y A. Maitrot de la Motte-Capron en el “Mercure de France”, los siguientes 5 artículos:

“Los Templarios y su alfabeto secreto”  (1 de agosto de 1939)

Nos parece bastante dudosa la autenticidad del “alfabeto secreto”. Parece que nadie vio realmente los antiguos manuscritos que lo contendrían, y toda esta historia no reposa en suma más que en los asertos del abate Gregoire y de Maillard de Chambure.  Por otro lado no entendemos cómo puede considerarse “más serio” el segundo que el primero, ya que si el abate Gregoire recibió información de parte de los “Neo-templarios”, Maillard de Chambure fue miembro de ellos: la “fuente” es por tanto la misma, y sin duda muy poco digna de fe.  Además, la cruz, complicada en su forma, que sirve de “llave” para el alfabeto en cuestión  es justamente la de los “Neo-templarios”, que no parece sin embargo haber sido usada nunca por los verdaderos.  Hay aún un detalle muy sospechoso: es la “U” distinta de la “V”, distinción totalmente desconocida en el Medioevo, y nos sorprende que los autores no lo hayan percibido, mientras sin embargo se inquietaron por la “W” que después de todo podría haber sido justificada más fácilmente.

Bajo tales considerandos, cabe preguntarse qué utilidad tiene dedicarse a hipotéticas “especulaciones” sobre el simbolismo de ese alfabeto, que a todas luces no tiene más valor que la colección de “reliquias” de Fabré-Palaprat.  Además, lo más probable es que, siendo una invención moderna, las irregularidades en el orden de formación de las letras nada tengan de esotérico, sino que su única razón de ser es la de complicar su desciframiento. En todo caso, por lo que hace al sentido de rotación, donde quiere verse “una influencia oriental muy marcada”, lo cierto es que desafortunadamente si se trata del Oriente islámico, la rotación debería ser justamente la contraria.

Considerado de otra manera, es un hecho singular que los autores parecen esforzarse por reducir todo el misterio de la Orden del Templo a una cuestión de operaciones financieras, lo que sería muy poco esotérico”: ¿acaso no llegan a afirmar en el siguiente artículo que “el verdadero ídolo de los Templarios fue el poder financiero internacional?

Hay que destacar también un par de inexactitudes históricas: Jacques de Molay no murió en 1312 sino en 1314, y jamás hubo una decisión papal que suprimiera la Orden del Temple, sino que fue suspendida “provisionalmente” por el Concilio de Viena.

“Los Idolos de los Caballeros del Temple”

Respecto de los pretendidos “ídolos”, los testimonios obtenidos durante el proceso, en condiciones tales que no permiten considerarlos válidos, se contradicen todos entre sí. Es posible que ciertas historias de “cabezas” se refieran en el fondo simplemente a relicarios, en todo caso se sobreentiende que, a pesar de lo que haya podido pensar la ignorancia occidental, ningún tipo de “ídolo” puede provenir de un ambiente islámico. En todo ello estamos de acuerdo con los autores.

En cuanto al famoso “Bafomet”, nombre que dio lugar a tantas hipótesis tan poco satisfactorias en general, podemos incidentalmente proporcionar la explicación del susodicho “Bahumid” de von Hammer: es muy cierto que dicha palabra no existe en árabe, aunque en realidad debe leerse “Bahîmad”, que si bien no puede traducirse por “becerro” (interpretación que probablemente nació por influencia de la enigmática “cabeza de becerro” de los Drusos, mas bien que por la del “Buey Apis” o del “Becerro de Oro”), al menos sirve como término genérico de cualquier especie de ganado. No obstante, si en efecto es poco probable que “Bafomet” provenga del árabe “Bahîmah”, que lo inquisidores del proceso ni siquiera debían conocer, por el contrario podría muy bien ser que proviniera de su equivalente hebreo, es decir del “Behemot” bíblico, y tal vez no debería buscarse en otro lugar la solución de tal enigma...

En lo que se refiere a las cuatro estatuas que, según el mismo von Hammer, se hallaron en el gabinete de Viena (pero ¿qué fue de ellas después de 1818), no vemos qué permitiría considerarlas “Bafomets” , y francamente ¿qué pensar de ellas cuando, de acuerdo a la fisonomía, a una se la califica de “romana”, a otra como “faraónica”, y a las dos restantes como “persas”, a pesar de que todas llevan inscripciones árabes, por lo demás de un árabe muy incorrecto y si el desciframiento de la escritura es correcto? Hay que reconocer que en todo ello hay algo que raya en la superchería, quizá más aún que en el caso de los cofrecitos que examinaremos seguidamente. 

No nos demoraremos en estudiar detalladamente el sentido de las frases árabes, cuya lectura misma parece muy dudosa. Nos limitaremos a indicar un error de hecho: es correcto que “kenîsah” (y no “kensen”) designa exclusivamente a una iglesia cristiana (más aún, tanto cristianos como musulmanes usan esta palabra al referirse a tal iglesia, pues no hay otra para designarla), pero no podemos comprender que se diga que “˜Maulana˜ jamás se ha utilizado”, puesto que en varios países islámicos (hay otros además del Maghreb) dicho término se emplea por el contrario corrientemente para dirigirse a los soberanos, y también a otros personajes respetables.

“Los cofrecitos misteriosos de los Templarios”

Se trata de los dos famosos cofrecitos que figuraron en la colección del duque de Blacas (¿por cuál extraña mala suerte será que también se perdieron?) Como en el caso de los pretendidos “Bafomets”, no hay ninguna prueba de que hayan tenido jamás alguna relación con los Templarios. Según los autores se trataría simplemente de “potes de triaca” usados por médicos griegos y árabes. Tal explicación no tiene en sí nada de inverosímil. 

No estudiaremos aquí la interpretación de las figuras en que se apoya la hipótesis, interpretación que en su conjunto vale tanto como cualquier otra, a pesar de que no es correcta en todos sus detalles (por ejemplo, no se ve muy bien por qué razón un mismo signo indicaría en un lugar un número de ingredientes, y en otro un número de meses o años).

Lo más curioso son las cuestiones planteadas sobre la tapa de los cofrecitos: su simbolismo es completamente alquímico (¿por qué algunos quisieron ver en la figura principal, que es en realidad un “Rebis”, otra vez un “Bafomet”?), y, también en este caso, hay inscripciones que, si fueron transcriptas con exactitud, están redactadas en un árabe inimaginable, de lo que habría que extrañarse mucho si se admite la hipótesis de los autores, ya que según éstos dicha tapa, agregada posteriormente, habría sido fabricada por alquimistas occidentales hacia fines del Medioevo o comienzos de Renacimiento.  Los motivos por los que se les asigna una fecha tan tardía no se indican por lo demás demasiado claramente, del mismo modo que aquellos que motivan la siguiente afirmación: “no se ve en qué podría un templario interesarse en la alquimia”; independientemente de la cuestión de los cofrecitos, no vemos por qué motivo no hubieran podido interesarse!

“Los Templarios y los Guardianes del Temple”

En este artículo se trata sobre todo de las relaciones de los Templarios con los Ismaelitas, denominados habitualmente con el nombre de “Assassins”. Los autores se preocupan inútilmente por explicar que debería escribirse “Assacine”, lo que no representa una mejor transcripción (el uso de la “e” muda, especialmente, no es más que una extravagante concesión a la pronunciación francesa), y que no quita que no sea justamente el origen de la palabra “asesino”, y que no se trata en absoluto de una simple “aproximación de asonancia”. La derivación claro está no indica lo que fueron realmente los Ismaelitas, sino solamente la opinión vulgar de los occidentales acerca de ellos.

Al fin del artículo hay varias consideraciones contradictorias: ¿por qué decir que los Templarios “no estaban iniciados” porque que sea poco probable que hubieran recibido la iniciación de parte de los Ismaelitas, como si no hubieran podido tener su propia iniciación, sobre todo si se admite que fueron “joanitas”?

Se dice también que poseían “un conocimiento profundo del simbolismo, del esoterismo del Cercano Oriente y mediterráneo”, lo que no se compadece con la carencia de iniciación, ni con las preocupaciones completamente profanas que además se les atribuye.

En cuanto a buscar las pruebas de tal conocimiento en el alfabeto “neotemplario” posiblemente no es una argumentación demasiado sólida, a despecho del cuidado que tienen los autores de no “pasar por sobre los límites permitidos por la crítica histórica”.

“El Rey de Francia y los Templarios” (1° de enero de 1940).

Finalmente el último artículo parece que intenta justificar a todo el mundo: al Rey de Francia, al Papa, a los Templarios y a los jueces, donde cada cual habría tenido la razón de su propio punto de vista. No insistiremos. Nos conformaremos con señalar que mientras los Templarios son presentados como dueños no sólo de un secreto financiero, sino también de un secreto “sinárquico”, lo que a fin de cuentas resulta un poco menos burdamente material (sin embargo ¿es realmente “trasladarse al ambiente del siglo XIV” referirse aquí a un “asunto laico”?) De cualquier forma, nos parece que de estos extensos estudios lo que sobre todo se transparenta es la dificultad verdaderamente ardua de lograr saber exactamente a qué atenerse de todas estas cosas.

 

Jules Romains y la tradición oculta

2.- En “Cahiers du Sud” (marzo de 1940), Jean Richer publica un estudio sobre “Jules Romains y la tradición oculta”. A decir verdad, no sabemos muy bien qué puede ser una “tradición oculta”, sin embargo pensamos que, sin duda, habrá querido decir “esotérica”, aunque el término tampoco sería demasiado exacto en el caso pues se trata especialmente de la India. Jules Romains sin duda habrá leído algunos libros concernientes a las doctrinas hindúes, pero no vemos que haya extraído gran cosa de ello, ya que sus intentos son más bien vagos, y en todo caso no se refieren más que a asuntos de orden muy superficial. Reducir por ejemplo los diferentes estados a que se refiere el Vedanta a simples “regímenes de conciencia”, vale decir a algo puramente psicológico, significa entender muy poco o nada de lo que en realidad se trata. Por lo que hace al Yoga, a pesar de que el autor declara que sus objetivos son “espirituales”, parece no obstante que Jules Romains nada más percibió que ciertos aspectos “psicofisiológicos” más o menos extraordinarios, lo cual por otra parte nada tiene de sorprendente, ya que los occidentales, aún sin ser “literatos”, generalmente no se interesan más que por este aspecto “fenoménico” y completamente contingente.  Lo que resulta más asombroso es que, a propósito de este tipo de “desdoblamiento” que los ocultistas denominan estrambóticamente “salida al astral” (lo que nada tiene que ver con el estado de “samâdhi”), se pueda llegar a escribir que “se trata sin duda de lo que los antiguos conocían con el nombre de Misterios o de Iniciación”. ¡He aquí observaciones sumamente imaginarias y que no podrían estar más lejos de la verdad! También encontramos en una nota la curiosa afirmación de que “la Francmasonería debería mucho a Egipto”: si bien es cierto que algunos sistemas se basaron sobre dicha fantástica  teoría (y lo hicieron de tal manera que demostraron claramente el carácter artificial de dicha relación, tanto como también la ignorancia de los autores de la “egiptología”), es imposible hallar en la Masonería propiamente dicha algo que lleve la marca de un origen egipcio. Y si bien pueden realizarse comparaciones sobre ciertos puntos, por ejemplo entre la leyenda de Hiram y el mito de Osiris, se trata de cosas cuya equivalencia se encuentra en diversas tradiciones, y que de ningún modo pueden explicarse por “préstamos” ni por descendencia más o menos directa, sino en realidad por la unidad esencial de todas las tradiciones.

 

L

3.- En el “Grand Lodge Bulletin” de Iowa (nº de abril de 1940) hay una nota dedicada al tema de los globos celeste y terrestre que a veces se encuentran en la parte superior de las dos columnas. Es evidente que se trata al parecer de una innovación completamente moderna, no por la pretendida ignorancia que algunos se complacen en atribuir a los antiguos, sino muy simplemente porque tales globos no figuran en ningún simbolismo tradicional.

Es también una hipótesis muy poco probable que deriven del globo alado egipcio, ya que la posición de los globos y su duplicación sería completamente anormal, y no guardaría relación alguna con el significado del globo alado.

Queremos también señalar un error lingüístico bastante grave: el prefijo “ya”, tanto en hebreo como en árabe, es simplemente el indicativo de la tercera persona del futuro de los verbos, y no tiene relación alguna con el nombre divino “Yah”.

 

4.- En “Symbolisme” (enero-febrero-marzo de 1940), G. Persigout estudia “El antro, síntesis obscura de los tres mundos”. A pesar de que nos cite repetidamente, y que también se apoye en analogías alquímicas, no estamos muy seguros de que haya comprendido totalmente el simbolismo de la caverna iniciática, tantas son las consideraciones extrañas al tema que entremezcla en su exposición. El simbolismo tradicional del diamante no tiene ciertamente nada que ver con las teorías de la química moderna del carbono, ni el de la luz con ciertas hipótesis biológicas sobre “el origen de la vida”.  Hay ciertos análisis de palabras hebreas que son bastante fantásticos, y en todo caso si se quiere ser lo exacto debería tenerse mucho cuidado de no confundir “he” con “het”. Nos sorprendió ver una nota atribuida a Eliphas Levi tomada de la Llave de la Magia Negra: al verificar la cita vimos que en realidad se trataba de La Clave de los Grandes Misterios.

 

En un artículo sobre “El arte adivinatoria” , Diogène Gondeau parecería confundir la intuición con la imaginación. Aún más ni siquiera alude al hecho de que ciertas “artes adivinatorias” no son otra cosa que residuos más o menos deformados de antiguas ciencias tradicionales, lo cual sin embargo es en el fondo el único aspecto realmente interesante de la cuestión.

François Ménard, en un breve artículo sobre “la rama del olivo” expone su simbolismo de manera muy incompleta: habla con justicia del papel que juega el olivo en varios ritos, como soporte de la “fuerza espiritual”. Lo restante en cambio no es sino un elogio demasiado exclusivo del “clima mediterráneo”.

 

Diciembre de 1945

5.- “The Speculative Mason”

En el número de julio de 1940, en un artículo sobre el primer Tracing Board (Cuadro de Logia) considerado como imagen del Cosmos, hay un muy buen análisis del Bhagavad Gitâ, posiblemente algo influido por algunas preocupaciones de “actualidad”, y un estudio sobre “Lady Godiva”, leyenda medieval anglosajona que parecería extraer sus raíces de algunas tradiciones precristianas.

El número de octubre contiene una historia de la construcción de la abadía de Saint-Alban relativa a ciertas leyendas de la Masonería operativa, y un estudio sobre Mary Ann Atwood, autora de la obra anónima titulada  A suggestive Inquiry into the Hermetic Mystery que se continúan en el número de enero de 1941.

 

6.-“Speculative Mason”

En el número de abril de 1941, vale la pena señalar un resumen de las antiguas tradiciones concernientes a la Atlántida, algunas consideraciones geológicas que parecerían confirmarlas, y un estudio sobre las relaciones de la Kábala y la Masonería que prosigue en los números de julio y octubre. Este último trae una cantidad de curiosas indicaciones, sin embargo ciertos puntos son bastante discutibles, y no todos los ensayos mencionados son igualmente convincentes, ni todas las fuentes citadas igualmente válidas. Consideramos que no debe pensarse que exista una verdadera influencia más o menos directa de la Kábala sino en aquellos casos donde se encuentren detalles muy precisos, y no sólo semejanzas que se dan normalmente entre todas las tradiciones iniciáticas. Conviene destacar además que la ciencia de los números está bien lejos de ser asunto exclusivo de la Kábala hebrea.

En el número de julio, hay un estudio histórico sobre el desarrollo del grado de Compañero en los primeros tiempos de la Masonería especulativa, que se continúa en octubre, otro artículo trata del simbolismo del centro considerado más particularmente en sus relaciones con la Estrella Polar, la Plomada y la Esvástica, tal como lo establecían los rituales operativos, y finalmente una nota sobre los “tokens1 (1) de las antiguas corporaciones.

Varios

En el número de octubre, hay que destacar una buena crítica sobre los historiadores masónicos que quieren atenerse exclusivamente al método llamado “científico” (y sobre todo profano, agregaríamos nosotros) que no admite “evidencia” alguna de otro orden que no sean los documentos escritos. En este mismo número y los siguientes (enero, abril, julio y octubre de 1942) hay un estudio muy detallado sobre el simbolismo ritual de la iniciación del grado de Aprendiz.

El número de enero de 1942 trae la traducción de nuestro artículo sobre “Mitos, misterios y símbolos”2, así como también el artículo de Marius Lepage sobre “La espada flamígera” aparecido antes en la revista “Symbolisme” y que oportunamente reseñamos.

En el número de abril encontramos un artículo sobre ese personaje enigmático designado con el nombre de Naymus Grecus en ciertas copias de las Old Charges (antiguos manuscritos operativos) que habría introducido la Masonería en Francia, en la época de Carlos Martel, y sobre la hipótesis que intenta identificarlo con Anthemius de Tralles, el arquitecto de Santa Sofía de Constantinopla.  Destacamos también en el mismo número y en el de julio, un muy breve pero interesante estudio sobre “Pitágoras y los antiguos Misterios”. En su transcurso se recuerda naturalmente el Peter Gower de las Old Charges así como la conexa confusión entre ”Fenicios” y “Venecianos”.

En el número de julio, hay una nota sobre algunos vestigios de los antiguos Misterios conservados hasta nuestros días, de forma bastante insospechada, (lo cual es un ejemplo de lo que dijimos acerca de los orígenes reales del “folklore”), y un artículo sobre los títulos caballerescos usados en la “Rosa-Cruz de Heredom”, y más particularmente sobre el significado de aquel título de “Via Determinata” adoptado por el autor.

En el número de octubre, además de la continuación de este último artículo, hay un estudio sobre el significado de los “golpes” rituales de los diferentes grados (constitutivos de lo que se llama la “batería” en la Masonería francesa) y una nota sobre el “grapón” (“clamp” o “cramp” también llamado “lewis”), instrumento usado para alzar piedras del suelo hasta el lugar que deben ocupar en la construcción, y que pertenece más especialmente al simbolismo de la Mark Masonry.

  

Abril-mayo de 1947 

7.- “Le Symbolisme”

A pesar del fallecimiento en 1943 de su fundador, Oswald Wirth, la revista “Le Symbolisme” ha vuelto a publicarse desde diciembre de 1945 bajo la dirección de J. Corneloup.

 

Defensa del Gran Arquitecto del Universo de J. Corneloup

En el número de diciembre de 1945, una “Defensa del Gran Arquitecto del Universo” de J. Corneloup, insiste muy justamente sobre la importancia esencial del simbolismo, al cual los actuales masones no testimonia, demasiado frecuentemente, otra cosa que "un respeto más verbal que real”, debido a que no comprenden verdaderamente el sentido y el alcance del mismo. 

Destacamos más particularmente la afirmación de que “lo propio de un símbolo es el hecho de que puede ser comprendido de diversas maneras, de acuerdo al punto de vista desde donde se lo considera”, de modo tal que “un símbolo que no admitiera más de una interpretación no sería un verdadero símbolo”, y también la formal declaración de que, contrariamente a lo que algunos pretenden, “la Masonería no es ni puede ser agnóstica”. 

A pesar de todo, el estudio en lo que concierne al simbolismo del Gran Arquitecto del Universo, no nos parece llegar al fondo de la cuestión, además de entremezclar ciertas consideraciones propias de la ciencia moderna que nada tienen que ver con el punto de vista iniciático. Por otra parte nos preguntamos cómo puede llegar a decirse que “Hiram es exterior a la Masonería operativa, que lo tomó de una dudosa leyenda hebrea”: esta es una afirmación muy discutible y que en todo caso tendría necesidad de explicación.

 L

En el número de enero de 1946, François Ménard examina “Las fuentes de las actuales ideas tradicionales”. Parecería exagerar la influencia del platonismo, aunque fuera por intermedio de Fabre d’Olivet, sobre el ocultismo del pasado siglo, pero tiene toda la razón cuando marca el estado heterogéneo de la llamada “tradición occidental” que algunos quisieran oponer a las tradiciones orientales. “Del Oriente siempre nos vino la Luz” dice el autor, “y su pura claridad espiritual nos sigue llegando directamente a pesar de todo, gracias a algunos intérpretes autorizados y calificados”.

En el número de febrero, Marius Lepage, hablando “De la finalidad y los medios de la Francmasonería”, puntualiza que la Francmasonería difiere completamente de los diversos tipos de asociaciones profanas por el hecho mismo de ser una iniciación.  Las consideraciones que expone sobre el simbolismo de la Luz, sobre el evangelio de San Juan, la virtud de los ritos, la “Liberación” como fin supremo de la iniciación, son excelentes en su mayoría. Mas ¿por qué será que vemos reaparecer una vez más la confusión con la “mística”?  El sentido actual de esta palabra está demasiado alejado de su acepción etimológica como para permitir volver a ella.  Lo que se llama “mística” o “misticismo” hace ya mucho tiempo que ha dejado de ser la “ciencia del misterio” y menos aún la “ciencia de los iniciados”, y decir que “hay una técnica de la mística, idéntica para todas las religiones y todas las iniciaciones” significa no sólo confundir los dominios esotérico y exotérico, sino también olvidar que una de las características del misticismo es precisamente no tener “técnica” alguna.

L

En el número de marzo, François Ménard y Marius Lepage vuelven sobre la cuestión del Gran Arquitecto del Universo.  Si bien es legítimo decir que el mismo “no es la Divinidad, sino un aspecto accesible de la Divinidad” que acentúa “el aspecto ordenador y constructivo del Inconcebible Principio”, nos parece que no constituye una razón para asimilarlo a la concepción gnóstica del “Demiurgo”, lo que le atribuiría mas bien una carácter “maléfico” muy poco conciliable con el lugar que ocupa en el simbolismo masónico, e incluso también con la conclusión misma a que llegan los autores, según la cual, al meditar sobre la fórmula del Gran Arquitecto del Universo, “el masón que ‘comprende bien su Arte’ sabrá y ‘sentirá’ que la orden excede el simple “deísmo” profano para acceder a una comprensión más profunda del Supremo Principio”.

J.H.Probst-Biraben destaca con razón que son insuficientes las concepciones de los actuales sociólogos sobre “La naturaleza de los ritos”, a los cuales no atribuyen generalmente nada más que un carácter sentimental, a la vez artístico y utilitario.  Para nosotros se podría haber ido más lejos todavía, ya que en aquellas obras profanas referentes a este tema lo único valioso es la “documentación” que aportan, y todo el resto demuestra especialmente la incomprensión de sus autores.

H

En el número de abril, un artículo de J. Corneloup denominado “Hipótesis de trabajo”, acentúa todavía más la confusión antes señalada entre el punto de vista iniciático y el de la ciencia profana. Esta última podrá efectuar todas las hipótesis que quiera, y además eso es todo lo que puede hacer: ¿qué más podría hacer una hipótesis en el dominio del simbolismo (y nos referimos al verdadero simbolismo que nada tiene que ver con los pseudo símbolos inventados por los sabios modernos)? Y además ¿no equivaldría a desconocer completamente el carácter propio del conocimiento iniciático admitir que en él pudiera hallarse algo hipotético?

 N

Con el título de “Navidad”, Marius Lepage estudia diversos aspectos del simbolismo del solsticio de invierno.  Tenemos que señalar que jamás dijimos, como parece creer el autor, que el nombre de “Janus” derivara del sánscrito “yâna”, sino solamente que uno y otro tienen la misma raíz, lo cual es indiscutible; en cambio la etimología hebrea que toma en consideración es totalmente inverosímil.

 Un método, una finalidad, una protección

En el número de mayo, en otro artículo de J. Corneloup titulado “Un método, una finalidad, una protección”, leemos: “la finalidad que se propone el método simbólico de la búsqueda de la Verdad”, pensamos que se trata de un lapsus y que haya querido decir “el conocimiento de la Verdad” ya que evidentemente la búsqueda no puede de ningún modo constituir una finalidad. De todos modos, aunque no sea más que un lapsus, no deja de ser significativo porque transparenta las tendencias inherentes al espíritu moderno.  Por otro lado, no es exacto decir que “la Masonería es la forma moderna de la iniciación”, en primer lugar porque nada que tenga carácter iniciático, y más generalmente tradicional, puede llegar a calificarse de “moderno” sin entrar en contradicción, y después porque históricamente significa desconocer los antecedentes antiguos y medievales de la Masonería: ¿acaso creerá el autor que la Masonería no se remonta más allá de 1717? El artículo concluye con algunas consideraciones acerca de la “ley del silencio” bastante juiciosas, pero que están lejos de representar todo lo que podría haberse dicho del tema, ya que ni siquiera rozan la verdadera naturaleza del secreto iniciático.

L

En el número de junio, Albert Lantoine expone “La génesis del concepto de tolerancia”, y parecería querer destacar que el “lanzamiento” de dicha idea no fue en suma más que un acto político de Guillermo de Hannover, pero que también este acto influyó bastante directamente en la constitución de la Masonería en su nueva forma “especulativa”.  Lo cual confirma aún más lo que siempre pensamos del papel que desempañaron en dicha constitución las influencias profanas, que penetraron de esta modo en un dominio que debería normalmente estarles vedado. ¿Pero cómo puede ser que aquellos, cuyos estudios históricos conducen a semejantes constataciones, no puedan llegar a comprender que este mismo hecho representa la marca de una grave degeneración desde el punto de vista iniciático?                                                           

 

Julio-agosto de 1947

8.- “Le Symbolisme”

M

En el número de julio de 1946, J. Corneloup en un artículo titulado ”Masonería educativa y Masonería iniciática”, subraya con justa razón que “las Logias se las ingeniaron para darles ‘luces’ a sus miembros, en lugar de ayudarlos a buscar la ‘Luz’”; en otras palabras, “los masones consagraron la mayor parte de su tiempo y sus mejores esfuerzos a la tarea educativa de la Masonería, descuidando y aún ignorando el trabajo iniciático”. Pero cuando agrega que por otra parte “la iniciación no se opone a la educación” y que esta última incluso “es uno de los caminos que preparan para la iniciación”, hubiera sido necesario puntualizar un poco sobre de qué tipo de educación se habla, puesto que existe cierta educación profana que es todo lo contrario de una preparación con vistas a la iniciación. Por otra parte es exacto que no puede darse una definición propiamente dicha de la iniciación, a lo que de nuestra parte agregaremos que esto es así puesto que toda definición es forzosamente limitativa.  De todos modos las nociones que se exponen “para ayuda a concebir la idea” son verdaderamente demasiado sumarias, y dejan la impresión de que la “facultad de comprensión” de que se trata no llega demasiado lejos. 

Agreguemos que no comprendemos muy bien cómo pueda hablarse de “la conjunción en una misma organización, durante el siglo XVII, de los masones operativos y de los masones aceptados”, como si éstos no hubieran sido siempre los miembros no “profesionales” de la Masonería operativa, y también que una alusión a los “egrégores” nos parecería reflejar algo de esa confusión que señalábamos en un reciente artículo.

R

En el número de agosto, Marius Lepage se empeña en marcar una diferencia entre “Ritos y rituales”: se trata naturalmente de los rituales escritos de los que destaca muy justamente su carácter de simple “ayuda memoria”.  Lamenta que “la Masonería no posea el organismo que permitiría mantener los ritos dentro de su pureza primitiva y auténtica”; por otra parte piensa que “manteniendo integralmente intactos los principios fundamentales de la iniciación formal, los ritos deberían materializarse en rituales adaptados a la mentalidad de los hombres a los cuales se dirigen”, y ello es también correcto, pero debería puntualizarse al respecto que tal adaptación no podrá ser legítima más que dentro de ciertos límites, puesto que no debería jamás implicar concesión alguna al espíritu antitradicional característico del mundo moderno.

Desafortunadamente, el artículo contiene además cierta confusión entre “iniciaciones” y “religiones”, e incluso también una afirmación sobre el origen “mágico” de los ritos que es más que discutible. Se trata de temas sobre los que nos hemos explicado muy frecuentemente como para que sea necesario hacerlo de nuevo.

D

En el número de septiembre, Jules Boucher trata “De la iniciación” en un artículo que destila un inoportuno pesimismo. No puede reprochársele, ciertamente, el denunciar los perjuicios que acarrea el racionalismo, y que deplore la trivialidad de ciertas “especulaciones” que no tienen nada de iniciático. Pero parecería desconocer totalmente el valor propio de la iniciación virtual, y concluye así: “¿Es posible oponerse a la decadencia de la Masonería? Para ello sería necesario reencontrar la “Palabra Perdida” y nos parece que dicha “Palabra (ese Verbo iniciático) se perdió para siempre”. Sigue al artículo una respuesta de Marius Lepage que vuelve a poner correctamente las cosas en su sitio, y del que citaremos algunos extractos:

“Vivimos años que son de acelerado oscurecimiento de los principios espirituales que hasta este momento han sostenido la substancia del mundo: este mundo pronto se desmoronará... La incomprensión de los hombres frente a la expresión humana de lo sagrado es el signo más notorio de la proximidad del fin de los tiempos. ¿Porqué afligirse? Lo que tiene que ser será, y todas las cosas concurren a su fin. La apariencia de la decadencia de todas las organizaciones iniciáticas no es más que el efecto de la corrupción de los hombres, cada vez más alejados de su Principio. ¿Qué puede interesarnos si estamos seguros que este fin de un mundo se integra en la armonía universal, y si hemos comprendido bien la enseñanza de la Cámara del Medio? ... “

“En el seno de la organizaciones iniciáticas, a pesar de las desviaciones y alteraciones, se hallarán los últimos testigos del Espíritu, aquellos por cuyo intermedio la Letra será conservada y trasmitida a los adeptos que recibirán el encargo de hacerlo conocer a los hombres de otro ciclo. Lo cual tampoco debe desesperarnos: ¿acaso sabemos cuándo y cómo las palabras que pronunciamos despertarán en alguno de nuestros Hermanos los centros sutiles y lo convertirán en un guardián de la tradición?”

En el número de noviembre, François Ménard formula consideraciones sobre “La Justicia” y sobre el simbolismo de la balanza, en conexión con la ley de las “acciones y reacciones concordantes” que rige la manifestación universal.

N

Algunas “Notas sobre la Masonería india” de Silas H. Shepherd, contienen interesantes acotaciones sobre la tan poco conocida tradición de los Indios de América del Norte. Por otra parte el título es inexacto, puesto que evidentemente se trata aquí de una forma de iniciación totalmente diferente de la forma masónica, y a la que no puede aplicarse el nombre sin provocar una extensión abusiva.

E

Un estudio de J.H. Probst-Biraben sobre “El esoterismo heráldico y los símbolos”, en los números de julio hasta octubre, reúne una muy considerable documentación sobre el tema. Insiste especialmente en el origen oriental de los escudos de armas y sus relaciones con el hermetismo, relaciones que por otra parte son comunes con “las figuras del Tarot, las marcas corporativas”, y sin dudas con muchas cosas más que en el Medioevo tuvieron un carácter similar: “sin el conocimiento del simbolismo hermético, el arte heráldica resulta en su mayor parte incomprensible”. 

Lo que nos parece en verdad sorprendente, es que el autor no quiera admitir que “algunos símbolos esotéricos fueron introducidos en los escudos por los mismo nobles” porque ellos “no eran en general ni instruidos ni mucho menos iniciados”, y que incluso nunca habrían llegado ni siquiera a suponer cual era su sentido real. ¿Será que el autor jamás habrá oído de la existencia de una iniciación caballeresca, y se imaginará que la instrucción exterior debería constituir una condición indispensable de la iniciación? Que algunos clérigos e incluso artesanos hayan colaborado a veces en la composición de los escudos de armas, es seguramente muy probable; pero ¿no será simplemente porque entre ellos y los nobles existían relaciones de orden iniciático, de las que pueden encontrarse muchos indicios, y sobre todo y precisamente en el dominio del hermetismo?

Otra idea discutible es aquella según la cual hay símbolos que pueden llamarse “mediterráneos”, pero no llegamos a comprender a qué forma tradicional podría corresponder tal designación.

L

Los números de julio a noviembre contienen también un extenso estudio de François Ménard sobre “La Virgen hermética”, en el transcurso del cual se abordan cuestiones diversas pero que, en su totalidad, se relacionan al orden cosmológico tal como se lo considera más particularmente en las formas tradicionales occidentales. Es así como se estudia en primer lugar el simbolismo del “vaso hermético” que corresponde a cierto aspecto de la Virgen. 

Luego el autor trata de puntualizar el sentido de la “Sabiduría hermética” de Khunrath, y extrae la conclusión de que “la Virgen es el principio esencial del hermetismo”, pero que “este aspecto sin embargo es ortodoxo, vale decir que está en relación con el dominio metafísico que es, como se sabe, el del Principio supremo”, correspondiendo dicha relación por lo demás a la que debe existir normalmente entre el “arte real” y el “arte sacerdotal”.

A continuación, a propósito de la Virgen como “Luz de gloria” nos encontramos ante una especie de fantasía científica sobre la “luz coronal”, que nos parece bastante lamentable, en primer término porque las cosas de este tipo no dejan de ser muy hipotéticas, y también porque, como todo aquello que se inspira en la ciencia profana, no tienen realmente nada en común con los datos tradicionales, herméticos o no, sino que por el contrario recuerdan demasiado la clase de especulación típica de los ocultistas.

Diremos más o menos lo mismo acerca “del ciclo del azoe y la trama del mundo sensible”, a pesar de que el autor haya tomado por lo menos la precaución de resaltar, a propósito de las fuerzas cuyas diversas modalidades constituyen dicha ‘trama”, que “el hermetismo tiene la considerable ventaja respecto de la ciencia moderna de conocer tal fuerza, por así decir, desde adentro, vale decir que la identifica con la luz que está en el hombre y que reconoce que, a partir de un cierto grado y mediante la dirección correcta de su voluntad, puede actuar sobre la luz y obtener así determinados resultados definidos, por medio de una técnica segura”.  Por nuestra parte diríamos más claramente sobre el hermetismo y la ciencia moderna que no se trata de conocimientos del mismo orden. 

Posteriormente, la cuestión pasa a la “Virgen zodiacal”, así como al mito de Ceres, con el cual se relaciona en cuanto “signo de tierra”. Sigue luego un esbozo de las diferentes etapas de la realización hermética según la descripción simbólica que Dante proporcionó en la Divina Comedia. El autor, al querer “dilucidar el misterio jeroglífico de Hokmah”, cometió desafortunadamente un grave error: confundió la he final con una heth, lo que naturalmente falsea por completo su cálculo y su interpretación.

En cuanto a la conclusión según la cual “la Virgen hermética, en tanto se halle en contacto con las cosas sensibles y materiales, es la forma de la Diosa (vale decir en suma de la Shakti) mejor adaptada a nuestro Occidente y a nuestra época de materialismo a ultranza”, diremos que nos parece un poco contradictoria con el hecho que, en este Occidente moderno, ¡las ciencias tradicionales están por completo perdidas!

 

Marzo de 1948

9.- “The Speculative Mason” de octubre 1947.

 L

El número de octubre reproduce un extracto del informe de la última Conferencia de Grandes Maestros americanos, concerniente a la “calificaciones físicas” que algunos quisieran actualmente abolir para poder admitir en la Masonería a los inválidos de guerra. Es obvio que los partidarios de esta propuesta denominada “liberal” lo único que pueden esgrimir son argumentos de orden puramente sentimental, y de nuevo encontramos en ellos aquella idea completamente falsa según la cual las calificaciones corporales habrían perdido su razón de ser a partir de que la Masonería se tornó “especulativa”. 

Ya tratamos el tema bastante extensamente en una de nuestras obras (Aperçus sur l´Initiation, N. del T.). Los que sostienen la tesis contraria enfocan naturalmente las cosas de manera más correcta, pero no obstante sorprende que parecen preocuparse ante todo por el temor de que los inválidos puedan tornarse en algún momento ¡“una carga para la Fraternidad”! Tales consideraciones no tienen por cierto nada de iniciático, y al respecto nada mejor que las pocas palabras que el redactor de la revista agregó a manera de conclusión: “No se trata de una cuestión de sentimientos ni de situación financiera; se trata de una ley natural que exige que exista un perfecto “alineamiento” en todos los planos si se quiere que la iniciación se haga efectiva”.

S

Un artículo bastante curioso enfoca la cuestión de bajo la influencia de cuál signo zodiacal se encontraría Inglaterra. El autor pone en duda la habitual afirmación de los astrólogos según la cual sería Aries, todo lo cual es un pretexto para poner en consideración los diferentes signos y describir los caracteres humanos que les corresponden. Finalmente se inclina por Sagitario sin afirmarlo sin embargo de manera definitiva.

C

En otro artículo se pasa a tratar el tema del Tracing Board del grado de Maestro. Un punto particularmente importante es aquel que concierne a la buharda (o "buhardilla", ventana que ilumina el desván, N. del T.) que en este cuadro está ubicada en la parte superior del Templo. Y cuyo simbolismo, como muy bien lo vio el autor, es idéntico al del “ojo” del domo del que hemos hablado en varias oportunidades.

“Es interesante también, dice el autor, encontrar algunas veces el símbolo “G” suspendido en la abertura de un domo iluminado desde lo alto, sugiriendo la Luz divina que se esparce sobre todas la cosas”. Y agregaremos que hay allí un evidente vestigio del simbolismo “polar” en uso en la Masonería operativa, y que ya señalamos en otra parte (La Gran Tríada, N. del T.).

Además es bastante inexacta la relación que se establece con el “tercer ojo”, ya que en realidad éste no se sitúa en la coronilla de la cabeza , y es completamente distinto del Brahmâ-randhra.

Puntualicemos por último que sólo en el grado del “Royal Arch” podría llegar a comprenderse efectivamente la verdadera relación existente entre estos dos “centros” diferentes.

                                       

Junio de 1948

10.- “ Le Symbolisme” (diciembre de 1946 a agosto de 1947)

E

La revista publicó desde sus números de diciembre de 1946 hasta mayo de 1947 (salvo en el de marzo íntegramente consagrado a la memoria de Oswald Wirth), un estudio sobre “El triángulo y el hexagrama” firmado por “Maen-Nevez, Maître d’Oeuvre”, en el cual hay consideraciones de desigual importancia, entre las cuales las más interesantes para nosotros son aquellas que conciernen a los símbolos propiamente operativos y “compañónicos”.

El autor reproduce una marca de picapedrero hallada en Vitré en la que figura el “cuatro de cifra” del cual hemos hablado en otra parte, y del cual el autor no parece haber intentado profundizar el significado, a pesar de que haya tomado dicha marca como punto de partida para los desarrollos del tema, los cuales no se relacionan más que de una manera bastante poco directa. Al menos logró meritoriamente “emplazar” la marca en cuestión sobre una de las “grillas” gráficas usadas a este efecto por las antiguas corporaciones de constructores.

Hay que señalar también y en forma especial las consideraciones expuestas en el transcurso de este trabajo referentes a la construcción de madera y de piedras, más particularmente en la arquitectura nórdica; deben relacionarse con lo que dijimos sobre este tema al referirnos a otras tradiciones ("Albañiles y Carpinteros", diciembre de 1946, N. del T.)

S

A propósito de símbolos “trinitarios”, en el artículo se considera el curioso cuadro “compañónico” reproducido hace tiempo en un número especial de “Voile d’Isis” (noviembre de 1925). El parecido de esta figura con aquella del dios tricéfalo galo no es discutible, pero es posible que el autor, que evidentemente se interesa en particular por el Celtismo, quiera forzar demasiadas consecuencias. En todo caso, hay otra cosa bastante extraña y que no creemos se haya mencionado alguna vez: es que el dibujo en cuestión es exactamente semejante a ciertos cuadros provenientes del monte Athos (salvo que en éstos, las inscripciones son en griego en vez de en latín), y que parecería que los monjes griegos los utilizaron como apoyo para la contemplación.  Este hecho podría arrojar una luz insospechada sobre ciertas afinidades del “Compañerazgo”.

Quisiera señalar ahora una pequeña inexactitud: no es Shiva sino Brahmâ quien se representa con cuatro rostros en la iconografía hindú: por el contrario existen figuras de Shiva con tres rostros (en relación con el “triple tiempo”) que hubiera sido oportuno mencionar en esta ocasión. 

Las siguientes consideraciones sobre el hexagrama se inspiran en gran parte en los trabajos de Matila Ghyka y merecen una simple observación: es muy exacto que el triángulo con la cúspide arriba y el triángulo invertido corresponden respectivamente al fuego y al agua, de los que por otra parte son los símbolos alquímicos; sin embargo no deja de ser una interpretación entre muchas otras posibles, y el autor la considera de una manera demasiado exclusiva.

No conocemos la obra de R.J.Gorsleben a que se refiere, pero de acuerdo con la cita, nos parecería que no debería usarse sin precaución, ya que es de temer que su interpretación de los símbolos contenga buena parte de “modernización” bastante fantasiosa.

La Masonería negra en los Estados Unidos

En el número de junio, Marius Lepage estudia “La Masonería negra en los Estados Unidos”, cuestión generalmente poco conocida por el hecho de que tal Masonería no tiene relación alguna con las Grandes Logias “blancas”, y es considerada por ellas como “clandestina” (o más exactamente “no reconocida”, ya que en realidad su origen es perfectamente regular), lo que por otra parte no impidió que haya alcanzado un desarrollo bastante más considerable de lo que podría suponerse. Lo más sorprendente es que en el mismo Estados Unidos hay una gran cantidad de masones “blancos” que ni siquiera sospechan de su existencia.

I

En el número de julio-agosto, bajo el título “Iniciación y Reglamentos”, Marius Lepage insiste muy justamente que una cualidad iniciática no puede perderse de ninguna manera. Esto es algo contra lo cual los reglamentos administrativos no pueden hacer nada, y las exclusiones que pregonan son sólo medidas de orden totalmente exterior que no hacen perder la cualidad de masón, tanto como en la Iglesia católica, la “interdicción” de un sacerdote no le arrebata el carácter sacerdotal.

La distinción del orden iniciático del administrativo debería observarse cuidadosamente siempre, y es de esperar a este respecto que los reglamentos se redacten de manera que no contengan nada en contradicción con los principios iniciáticos, lo que en suma equivaldría eliminar todo los que fue simplemente tomado de las instituciones profanas, y que no podría convenir con la verdadera naturaleza de la Masonería.   

 

Septiembre de 1948 

L

11.- En “The Speculative Mason” de abril de 1948 vale la pena destacar un estudio sobre “La muerte del Compañero”. Se trata naturalmente de la iniciación al grado de Maestro y de la identificación del recipiendario con Hiram, en virtud de la cual “deberá elevarse hasta un nivel donde obrará en virtud de motivos superiores a él mismo, siendo partícipe de una carácter universal”, lo que se aproxima correctamente a la noción del desapego a los frutos de la acción del Bhagavad Gitâ.

C

Varios autores estudian el significado de la máxima “Conócete a ti mismo”. De manera general estas exposiciones insisten sobre todo en la necesidad de orientar la conciencia a lo interior, haciéndola que pase gradualmente a otros estados cada vez más profundos, hasta finalmente llegar, después de haberse librado así de todas las limitaciones contingentes, a alcanzar el mismo centro del ser, donde reside el verdadero “sí mismo”.            

                                          

Octubre-noviembre de 1948

12.- “Le Symbolisme”

A

En el número de septiembre-octubre de 1947, P.O’Neil en un artículo titulado “A propósito de las ‘Resoluciones de Nueva York’”, examina algunos aspectos de la divergencia entre la Masonería anglosajona y la Masonería francesa, que parece deberse sobre todo porque habiendo partido ambas de las concepciones de las Constituciones de Anderson, se fueron apartando de alguna manera en sentido inverso durante su desarrollo; así, mientras la Masonería francesa acentuó cada vez más su tendencia a la “modernización”, la Masonería inglesa por lo contrario, gracias a la acción de los “Antiguos”, se aproximó a la verdadera tradición, la que había sido atacada inoportunamente por Anderson.

I

En el número de noviembre, bajo el título “Iniciación y mito adámico”, Gaston Moyse reflexiona a propósito de la substitución realizada en un templo masónico de las dos columnas  por dos estatuas que representan un hombre y una mujer. Es muy cierto que las columnas simbolizan los dos principios complementarios, que puede ser designados como masculino y femenino, sin embargo pensamos que tal figuración antropomórfica, además de no tener nada de tradicional, restringe demasiado el significado del símbolo, pues llama la atención exclusivamente a lo que no es nada más que una simple aplicación particular.

E

En los número de septiembre a diciembre hay un estudio titulado “Ensayo de una interpretación jeroglífica según el P. Kircher”, de Louis Coulon. Es una explicación de una figura de una plancha isíaca del Museo de Turín, que representa un escarabajo con cabeza humana acompañado de varios símbolos accesorios.

Los comentarios del P. Kircher, para quien dicha figura ‘resume los más grandes misterios, y encierra las más altas potencias’, seguramente no carecen de interés, pero debemos decir que es sumamente dudoso que pueda considerárselos en su conjunto como expresión de ideas auténticamente egipcias. Por otra parte, es cierto que el monumento en cuestión no sería demasiado antiguo, ya que sobre el mismo habrían, en lugar de una inscripción jeroglífica, cuatro caracteres que no pueden ser otra cosa que letras griegas más o menos deformadas, y por eso mismo muy difíciles de interpretar (en todo caso no creemos que puedan formar la palabra “philo”); por lo cual es muy evidente que no pueden datarse más allá del período alejandrino.

Pero lo más curioso, y que no parece que hubiera sido percibido, es que dicha figura es manifiestamente el prototipo de otra que se encuentra, al parecer, en una obra árabe de Ibn Washiyah. Esto es un verdadero enigma, y seguramente sería interesante que alguien buscara más profundamente en este sentido; de todos modos habría que asegurarse en primer lugar de que von Hammer, cuya documentación es siempre muy sospechosa, no hubiera cometido alguna de las suyas, como nos tememos.

H

En los números de marzo, abril y mayo, J. Corneloup traza la historia de las “Constituciones del Gran Oriente de Francia”, y de las modificaciones sucesivas realizadas en el siglo XIX, especialmente aquella de 1877 que tuvo tan inoportunas consecuencias. 

Lo verdaderamente singular es que las actas de la Asamblea General de que se trata no mencionan nada de la supresión de la fórmula del “Gran Arquitecto del Universo”, y que tampoco se halla rastro alguno de que hubiera habido una votación respecto de una “reforma de los rituales” que debería implicar dicha supresión, votación que no obstante se realizó con toda seguridad: ¿cuáles podrían ser los motivos de tan sorprendente laguna? 

Al respecto señalaremos otro punto curioso no mencionado en el artículo: la decisión de suprimir todos los “emblemas que tuvieran un carácter religioso o monárquico”. Una decisión así, que debió ser tomada por el Gran Colegio de Ritos, parecería asimismo tener relación con la misma “reforma”. Sin embargo, tenemos conocimiento de un documento que demuestra que desde 1876, sobre el sello de dicho Gran Colegio de Ritos, la divisa escocesa “Deum meumque jus” ("Dios y mi derecho", N. del T.) habría sido trocada por “Suum cuique jus” (A cada uno su derecho", N. del T.), y que el águila de dos cabezas ya se había metamorfoseado en lo que se llamó un día “una especie de quimera apocalíptica”. ¿Cómo y por qué tales cambios ( que por otra parte no se compadecen con la reivindicación de regularidad del Gran Oriente en lo que concierne a los altos grados del Rito Escocés) se realizaron por lo menos un año antes de aquella votación, cuando lo lógico sería suponer que debieran haber sido consecuencia de la misma?

No nos haremos cargo de la respuesta de dicho interrogante al no disponer de todos los elementos necesarios, pero creemos que sería interesante tratar de aclarar este otro misterio.

                                               

Enero-febrero de 1949 

13.- “The Speculative Mason”

C

El número de julio de 1948 trae una serie de estudios sobre los diversos símbolos del Tracing Board de primer grado. En primer lugar, hay una exposición histórica a la que se agregan interesantes indicaciones respecto del ritual operativo.  De tal exposición, resulta claramente que la forma adoptada actualmente en Inglaterra para el Tracing Board es en suma bastante reciente, ya que no data más que de 1849. Anteriormente parece que hubo una gran variedad de dibujos usados por diferentes Logias, aunque naturalmente los principales símbolos se habrían mantenido de manera constante. El autor deplora con justa razón que las interpretaciones puramente “moralizantes”, que adquirieron una especie de autoridad por el hecho de haber sido incorporadas en los rituales impresos, se transformaron precisamente y por tal motivo en impedimento para toda búsqueda de una explicación de orden más esotérico.

L

Mencionaremos también el comienzo de un artículo titulado “On asking questions”; no se trata de cuestiones que deban exponerse exteriormente, sino de un esfuerzo de concentración que debe llevarnos a encontrar las respuestas en nosotros mismos, puesto que “la semilla de la sabiduría está en nosotros, y su crecimiento se efectúa desde el interior hacia el exterior”, y, como enseña el Bhagavad Gîtâ, todo está comprendido en el verdadero conocimiento espiritual, que no es definitiva nada más que el conocimiento del “Sí-mismo”.

 

14.- “Masonic Light”. Hemos recibido el primer año (de septiembre de 1947 a junio de 1948) de la revista “Masonic Light” de Montréal; se encuentra ahí sobre todo investigaciones históricas, cuya mayor parte se relaciona con la cuestión bastante oscura y controvertida de los orígenes de la Masonería en Canadá, pero que,  a pesar de tal carácter más bien “local”, no carecen de interés. Por contra, hemos observado la ausencia casi completa de artículos concernientes más o menos directamente al simbolismo, y nos preguntamos cuál puede ser la causa de esta laguna un poco sorprendente. Por otra parte, los redactores de esta revista comprueban con tristeza la ignorancia general de todo lo que concierne a la Masonería de los otros países, y se proponen la tarea de remediar este fastidioso estado de cosas, que, por lo demás, no es ciertamente particular del Canadá; tendrán sin duda mucho que hacer al respecto, a juzgar por las notas diversas y más o menos contradictorias, especialmente respecto a la Masonería francesa, que dan la impresión de que se tienen dificultades para hacerse ideas un poco exactas sobre el asunto. A este propósito, señalemos, desde un punto de vista más general, el gran interés que tendría estudiar la cuestión un poco más de cerca, que encontramos mencionada incidentalmente y que, por lo demás, parece muy difícil de aclarar completamente, de la existencia de la Masonería en Francia antes de la fecha comúnmente admitida de 1725, y de lo que podría ser un “rito escocés”  que, a decir de algunos, se habría establecido desde 1688; ello daría quizás la explicación de ciertas particularidades de los rituales franceses, que no pueden sin duda provenir de los que eran practicados por la Gran logia de Inglaterra. Destaquemos también un detalle bastante divertido, y es la sorpresa que se manifiesta al saber la existencia del Martinismo, que sin embargo nunca ha sido algo muy oculto, por el descubrimiento fortuito de un ritual de la rama americana del Dr. Blitz; y, a este respecto, puesto que se plantea una cuestión respecto al significado del nombre de Eliphas Lévy, podemos responder muy fácilmente: no es una traducción, sino simplemente una “hebraización”, por equivalencia fonética aproximativa, de sus nombres Alphonse-Louis; en canto a Zahed y no Zaheb), es la traducción de Constant y no Contant, que era su apellido; luego no hay ahí nada de muy enigmático.

 

Octubre-noviembre de 1949 

C

15.- En “The Speculative Mason”, número de enero de 1949, destacamos algunas notas sobre el Compañerazgo, a decir verdad un poco sumarias, y un artículo sobre astrología, que expone consideraciones generalmente correctas sobre la parte de verdad que contiene esta ciencia tal como se presenta actualmente, y sobre las fantasías que se le han entremezclado. El autor del artículo otorga poca importancia al aspecto de “predicciones”, con lo cual estamos totalmente de acuerdo.

 

 O

16.- La revista “Masonic Light” de Montreal, número de septiembre de 1948 hasta junio de 1949, publicó una curiosa serie de artículos que exponen una nueva teoría sobre los orígenes de la Masonería, que su autor quiere vincular ya no a Salomón sino a Moisés, lo cual nos parece paradójico. Por medio de consideraciones basadas fundamentalmente en los números, pero que no siempre son demasiado claras (es posible que se habrían necesitado algunas figuras aclaratorias), trata de establecer que el simbolismo del Tabernáculo fue mucho más completo que el del Templo de Salomón, el cual de algún modo no habría sido más que una imitación imperfecta de aquél, habiéndose perdido ciertos secretos en el ínterin. A decir verdad, es completamente natural que el Templo de Salomón presentara ciertas relaciones con el Tabernáculo, puesto que estaba destinado a cumplir la misma función, pero también ciertas diferencias que correspondía al paso de los israelitas del estado nómada al estado sedentario. Realmente no vemos cómo, unas u otras, puedan constituir una motivo para despreciarlo así.

Por otra parte el Tabernáculo no fue un edificio construido evidentemente con piedras, lo que ya nos parecería suficiente como para que no pueda hablarse de Masonería: el oficio de carpinteros es ciertamente muy distinto del de los albañiles, y el antiguo diferendo entre ambos, que se perpetuó hasta nuestros días, demuestra bien que no es posible ningún intento de asimilación entre ellos (ver nuestro artículo en el número de diciembre de 1946). El hecho de que los nombres de los principales obreros que trabajaron en la construcción del Tabernáculo hayan sido introducidos en ciertos grados es un asunto totalmente distinto, que nada tiene que ver con la Masonería propiamente dicha.

 Ahora bien, si se quiere ir más allá de Salomón, se puede con mayor razón remontar todavía más lejos hasta el mismo Abraham: en efecto, un indicio muy claro de ello se encuentra en el hecho de que el Nombre divino, (SHADAI), invocado más particularmente por Abraham fue siempre conservado por la Masonería operativa, y dicha conexión entre Abraham y la Masonería operativa es por lo demás fácilmente comprensible para quien tenga algunos conocimientos de la tradición islámica, ya que la misma está en relación directa con la edificación de la “Kaabah”.                  

       

Diciembre de 1949 

17.- “Le Symbolisme”

L

En el número de octubre de 1948, Marius Lepage en su artículo “La liberación espiritual en la Francmasonería” se dedica a puntualizar las características generales de la época actual, y denuncia muy justamente la confusión que predomina en todos los dominios, y especialmente en el intelectual, donde se ha llegado a un punto donde las palabras parecen haber perdido completamente el sentido. 

Desafortunadamente, crea él mismo otra confusión al decir que en Occidente no existirían en la actualidad más que dos organizaciones que podrían decirse “iniciáticas”, es decir la Iglesia Católica y la Masonería: con respecto a la última lo que dice es exacto, pero no sucede lo mismo en el caso de la Iglesia, puesto que una religión, o más generalmente un exoterismo tradicional, no tiene absolutamente nada de iniciático. Esta confusión no deja de provocar consecuencias muy inoportunas, ya que al poner en el mismo nivel y de alguna manera en competencia a ambas organizaciones, cuando en realidad sus dominios son totalmente diferentes, se correría el riesgo mayor de ofrecer un argumento a aquellos que quieren ver entre ambas un oposición radical.

Por otra parte, puede verse aquí un claro ejemplo de lo que acabamos de decir, pues el autor descarta los dogmas de la caída y de la redención, y llega a querer incluso descubrir en ello una de las principales diferencias entre Iglesia y Masonería. Esto mismo fue destacado muy claramente en el número de enero de 1949 por un lector que firma con las iniciales J.G., y que proporcionó una excelente exposición sobre la interpretación de esos dogmas, teniendo sumo cuidado de resaltar la distinción entre el punto de vista exotérico y el iniciático. Citaremos algunas frases de su conclusión:

“Si bien el exoterismo puede combatir con otro exoterismo sobre la realidad de las definiciones dogmáticas que preconiza, parece imposible por lo contrario, que el discípulo de un esoterismo pueda negar el dogma religioso. ‘Si comprende bien el arte’ lo interpretará pero nunca lo negará; caso contrario descendería sobre el mismo terreno de las limitaciones exoteristas. Seria una confusión lamentable querer juzgar a un exoterismo desde la óptica esotérica y en el nombre del esoterismo...”

L

En el número de noviembre queremos destacar un artículo interesante de Marius Lepage sobre “La letra G”. En primer lugar cita lo que dijimos en La Gran Tríada; luego cita varios documentos que fueron publicados recientemente, tanto sobre la Masonería operativa como sobre los primeros tiempos de la Masonería especulativa, de donde parecería concluir que en el grado de Compañero la letra G fue considerada como la inicial de la palabra “Geometría”, en tanto que fue tan sólo con el grado de Maestro cuando se la consideró en su significado de “God”.

Como ya dijimos muchas veces, no creemos en absoluto en el origen reciente que comúnmente se atribuye al grado de Maestro. En realidad no hay incompatibilidad alguna entre esos dos significados que sólo se superponen uno al otro, tal como frecuentemente sucede en el simbolismo. Por otra parte, tal vez tengamos todavía la ocasión de retornar a esta cuestión.

E

En el número de diciembre, un artículo sobre “El simbolismo del punto” firmado por “Timotheus” reúne algunas nociones extraídas principalmente del esoterismo islámico y de la Kábala, y reseña algunos textos de autores occidentales, especialmente de Saint-Martin y Novalis.  A los cuales luego los confronta con el reflejo invertido que se encuentra actualmente en el surrealismo, al cual presenta, y no sin cierta razón, como inspirado en la contrainiciación.

C

El número de febrero de 1949 trae un importante “Contribución al estudio de los landmarks” de G. Mercier. Intenta especialmente resolver la cuestión tan controvertida del número de los landmarks, y el autor piensa con razón que el asunto no tendría solución sino fuera con referencia a la Masonería operativa.

El autor se apoya en los procedimientos utilizados por la Masonería operativa para determinar la orientación y los límites o lindes (sentido original de la palabra landmarks) de un edificio, y concluye, por medio de consideraciones que desafortunadamente nos es imposible resumir, que el número es 22, al mismo tiempo que prepondera su valor simbólico y las múltiples correspondencias que implica. El autor además encuentra una confirmación de los dicho en la figura del “cuadro de dibujos”.

C

De igual autor en el número de marzo, se publica un artículo sobre “Cuerda anudada y borla dentada”, tema que se aproxima al de “Cadena de unión” y de los “encuadres”, que tratamos nosotros mismos en esta sede (ver números de septiembre y octubre-noviembre de 1947 (V. Símbolos de la Ciencia Sagrada). Ofrece también consideraciones interesantes sobre el simbolismo numérico. A decir verdad, todo ello poco o nada tiene que ver con la “borla dentada”, lo cual es en sí inevitable ya que no se sabe exactamente lo que podría haber designado primitivamente, la cual a nuestro entender parecería que más se relaciona con algo comparable al “dosel celeste” de la tradición extremo oriental que con el “tesselated border” de la Masonería inglesa.

E

 En el mismo número, el artículo “La Letra G” trata de “El oportunismo del iniciado” que “no es por cierto sumisión a la moda de la época, ni a la baja imitación de las ideas corrientes” sino que por el contrario consiste en esforzarse por desempeñar, conforme a la noción taoísta, el papel de “rector invisible” con respecto al mundo de las relatividades y de las contingencias.

L

En el número de abril, el mismo autor considera “La tolerancia, virtud iniciática”, la cual nada tiene que ver con esa especie de indiferencia a la verdad y el error que comúnmente se designa con el mismo nombre. Desde el punto de vista iniciático quiere decir que hay que admitir como igualmente válidas todas las diferentes expresiones de la única Verdad, es decir en suma, que debe reconocerse la unidad fundamental de todas las tradiciones.

No obstante y considerando el tan frecuente sentido totalmente profano de la palabra “tolerancia”, la cual en sí misma evoca más bien la idea de soportar con una especie de condescendencia aquellas opiniones que no se comparten, ¿no sería mejor intentar hallar otra que no corriera el riesgo de prestarse a semejante confusión?

A

 Este número comienza con una nota necrológica sobre Albert Lantoine, bien conocido historiador de la Masonería. Desafortunadamente no creemos que haya jamás comprendido su sentido profundo y su alcance iniciático. Incluso él mismo declaró de buen grado que no se reconocía competencia alguna en el ámbito simbólico; de todos modos, en el tipo de estudios al que se vincularon sus trabajos, hizo gala de una independencia y de una imparcialidad dignas de los mejores elogios, y éstas son cualidades raras como para que no se le proporcione el debido homenaje.

P

En el número de mayo, “Psicoanálisis colectivo y simbolismo masónico” de “Timotheus”, se fundamenta en las teorías de Jung a fin de interpretar la idea de tradición y el origen del simbolismo. Como ya demostramos en nuestro reciente artículo sobre “Tradición e inconsciente” (ver número de julio-agosto de 1949) (Recopilado en Símbolos de la Ciencia Sagrada, cap. V) sobre cuán peligrosos errores implican las concepciones de este tipo, es inútil que volvamos a insistir sobre lo mismo, y puntualicemos solamente esto: cuando se llega a poner en relación el surrealismo con la acción de la contrainiciación ¿cómo es posible que no pueda comprenderse que, con mayor razón, lo mismo vale para el caso del psicoanálisis?

L

En este número y en el de junio, François de Menard estudia lo que él llama “La sabiduría ‘taoísta’ de los ensayos de Montaigne”.  Quede claro que no es sino una manera de decir, ya que Montaigne ciertamente no pudo tener conocimiento del Taoísmo, e incluso que jamás recibió, sin duda alguna, ninguna iniciación, de manera tal que su “sabiduría”, en suma permanece en una orden bastante exterior. No obstante, ciertos “contactos” no dejan de ser curiosos, y además también ya hubo otros que destacaron la extraña similitud entre la forma como se desarrolla el pensamiento de Montaigne y la del pensamiento chino, pues ambos proceden de algún modo “en espiral”. Además, es notable que Montaigne haya reencontrado, al menos teóricamente y por sus propios medios, ciertas ideas tradicionales que seguramente no pudieron proporcionarle aquellos moralistas que había estudiado, y que fueron el punto de partida de sus reflexiones.

E

En el número de junio, J.H. Probst-Biraben, en “El hermetismo de Rabelais y el Compañerazgo” alude a la cuestión tan enigmática de las relaciones de Rabelais con las herramientas y las organizaciones iniciáticas de su tiempo. Destaca el autor los numerosos pasajes de su obra que parecen contener alusiones a los ritos de la fraternidades operativas, y piensa que el mismo Rabelais debió haber estado afiliado a alguna de ellas, sin dudas en calidad de capellán, lo cual no tiene nada de inverosímil.

F

En el número de julio, con el título “Francmasonería y Tradición iniciática”, J. Corneloup expone algunas ideas que estima corresponder con el actual desarrollo de ciertas tendencias de restauración del espíritu tradicional en la Masonería. La intención ciertamente es excelente, pero tiene aquí y allá algunos errores: por ejemplo, no debería olvidarse que la Masonería es una forma iniciática propiamente occidental, y que en consecuencia no puede recibir ‘injertos” de elementos orientales. A pesar de que pueda considerarse legítimamente recibir una cierta ayuda del Oriente a fin de revivir las tendencias espirituales adormecidas, no es en todo caso la forma en que pueda concebírsela. De todos modos éste es un tema del cual habría mucho por decir y no podemos abordarlo en este momento.

C

François Menard ofrece una interesante “Contribución al estudio de las herramientas” que, inspiradas en el ‘espíritu operativo”, podría servir de algún modo de base para una restauración de los rituales del grado de Compañero, en los que se introdujeron múltiples divergencias en cuanto a la cantidad de herramientas que intervienen y del orden como se las enumera.  El autor considera cuatro parejas de herramientas: escuadra y compás, mazo y cincel, plomada y nivel, regla y palanca, y en último término una herramienta solitaria, la cuchara, que “corresponde a la misma mano del obrero divino, constructor del mundo”.

A

Marius Lepage trata “Acerca del origen de la palabra “Francmasón”.  En antiguos documentos ingleses se encuentra la expresión “freestone masons” = “albañiles de piedra franca”, usada como equivalente de freemasons, de tal manera que ésta última no parecería haber sido más que una abreviatura de la primera. La interpretación más generalmente conocida de “masones libres” no habría sido agregada sino hasta los tiempos del siglo XVII. Pero ¿no será posible acaso que tal doble sentido, bastante natural en suma y por lo demás justificado de hecho, hubiera existido ya desde mucho antes, aunque los documentos escritos no contengan expresamente nada que así lo indique?

S

Finalmente en “Sabiduría e Iniciación”, “La Letra G”, critica muy justamente a aquellos que, en medio de la inestabilidad del mundo moderno, tienen la pretensión de “construir una nueva sabiduría” sobre bases tan inestables como todo lo demás.  No puede haber otra sabiduría que la que descansa sobre lo que no padece cambio alguno, vale decir sobre el Espíritu y el puro intelecto, y sólo la vía iniciática permite alcanzarla.

 

18.- “The Speculative Mason” (julio de 1949). El “Speculative Mason” dedica una gran parte de su número de julio de 1949 a un importante estudio que, tomando como punto de partida un artículo de Marius Lepage en el “Symbolisme” (véase nuestra recensión en el número de diciembre de 1949), aporta informaciones inéditas y muy interesantes sobre la cuestión de la “letra G”, así como sobre sus relaciones con la esvástica en la Masonería operativa; no insistiremos al respecto de momento, pues nos proponemos volver sobre ello en un número especial. –En el mismo número, un artículo sobre las “dimensiones del Templo” consideradas desde el punto de vista astrológico, contiene consideraciones bastante curiosas, pero quizás un poco influidas por ciertas concepciones “neo espiritualistas”. –Señalaremos aún una exposición sobre el “prejuicio del color” en la Masonería americana, dando precisiones históricas poco conocidas y cuya naturaleza causará cierta sorpresa en todos los que no están al corriente de la cuestión.

 

Abril-mayo de 1950

19.- Sobre artículos de “Masonic Light” de Montreal.

En el número de septiembre de 1949 encontramos un artículo sobre los emblemas descubiertos en el antiguo “Collegium” de los Masones operativos de Pompeya, y en otro que presenta, pero sin resolverla, la cuestión de saber quién fue el sucesor inmediato de Salomón como Gran Maestre de la Masonería.

T

Queremos destacar también la reproducción de extractos de un folleto publicado por una organización inglesa denominada “The Honourable Fraternity of Ancient Masonry” proveniente de uno de los cismas que se produjeron en la “Co-Masonry”, y que a continuación vino a ser exclusivamente femenina.  Lo más curioso es que los que redactaron el folleto estaban tan mal informados sobre los orígenes de su propia organización como para creer que María Deraismes hubiera recibido la iniciación en la Gran Logia Simbólica Escocesa, con la cual ni ella ni el “Droit Humain” que fundara, y cuya rama sajona es la “Co-Masonry”, no tuvieron jamás relación alguna, y que por otra parte no se transformó en “mixta” sino mucho tiempo después. La verdad es que María Deraismes fue iniciada en una Logia dependiente del Gran Oriente de Francia, que incluso fue puesta en sueño por semejante irregularidad.

También es singular que los dirigentes de dicha organización hubieran podido ilusionarse hasta el punto de enviar a la Gran Logia de Inglaterra en 1920 una solicitud de reconocimiento, en la cual pretendían asimilar la admisión de mujeres a que las mismas habían logrado en ese entonces el acceso a determinadas carreras profanas que anteriormente les estaban vedadas. Les fue contestado con una cortés pero muy firme desaprobación, y evidentemente no podía haber sido de otro modo.

S

En el número de octubre, mencionaremos un artículo acerca del simbolismo de la Estrella Flamígera, cuyo principal interés son las numerosas divergencias de interpretación y aun de figura que muestra.  Por ejemplo, desde el momento que la Enciclopedia de Mackey se dice que la Estrella Flamígera no debe confundirse con la estrella de cinco puntas, se está implicando que debiera representarse con seis puntas.  En efecto, algunas veces es así, y sin duda es lo que permitió presentarla como un símbolo de la Providencia, así como la de asimilarla a la estrella de Belén, ya que el sello de Salomón también se lo designa como la “Estrella de los Magos”.  Todo lo cual no deja de ser un error, porque la estrella de seis puntas es un símbolo esencialmente macrocósmico, mientras que la de cinco es microcósmico.

Ahora bien, el significado de la Estrella Flamígera es un símbolo microcósmico, y hay algunos casos donde no podría asumir otro, como cuando está representada entre la escuadra y el compás (Ver La Gran Tríada, cap.XX).

Por otra parte cuando se enfoca la cuestión desde un punto de vista propiamente cósmico, la muy extraña identificación de la Estrella Flamígera con el Sol constituye otra deformación, que además fue voluntaria, ya que el hecho está conectado manifiestamente con la transformación de un simbolismo primitivamente polar, en uno solar.

En realidad, la Estrella Flamígera no puede identificarse sino con la estrella polar, y la letra G inscrita en su centro es por lo demás  prueba suficiente de ello, como ya tuvimos ocasión de indicarlo (ver también La Gran Tríada, cap XXV), y como lo confirman todavía las consideraciones expuestas en el estudio de “The Speculative Mason” mencionado anteriormente.

                         

Abril-mayo de 1950 

20.- “The Speculative Mason”.

O

En el número de octubre de 1949, luego de consideraciones generales sobre el contenido de los manuscritos de las Old Charges, de las que se conocerían aproximadamente un centenar, y de haber acentuado las indicaciones que tienen respecto a la existencia de un secreto, indicaciones que no podrían evidentemente ser muy explícitas en una documentación escrita y “semipública”, estudia más especialmente la cuestión del nombre asignado al arquitecto del Templo de Salomón. Cosa curiosa, este nombre jamás es el de Hiram; en la mayor parte de los manuscritos es, ya sea “Amón”, ya sea alguna otra forma que parecería no se más que una corrupción del mismo.

Parecería entonces que el nombre de Hiram no fue más que un sustituto tardío, probablemente porque lo menciona la Biblia, la cual en realidad no le atribuye la cualidad de arquitecto, en tanto que en ninguna parte de la Biblia es cuestión de Amón. Lo que también es extraño es que Amón en hebreo tiene precisamente el sentido de artesano y de arquitecto: podríamos preguntarnos si un nombre común fue tomado por nombre propio, o si por el contrario tal denominación fue atribuida a los arquitectos porque correspondía primitivamente al nombre del arquitecto que edificó el Templo.

De todos modos esta raíz, de donde claramente deriva también la palabra amén, expresa tanto en hebreo como en árabe, las ideas de firmeza, constancia, fe, fidelidad, sinceridad, verdad, que se adaptan muy bien al carácter atribuido en la leyenda masónica al tercer Gran Maestre.

En cuanto al nombre del dios egipcio Amón, a pesar de su forma idéntica, tiene un significado diferente, de “oculto” o de “misterioso”. Podría ser que en el fondo existiera entre todas estas ideas más relación de lo que pudiera parecer a primera vista.  En todo caso, es por lo menos curioso comprobar que las tres partes de la palabra de Royal Arch, a la cual aludimos en uno de nuestros estudios (“Palabra perdida y palabras sustituidas” en el número de octubre-noviembre de 1948) y que se consideran representan los nombres divinos de las tradiciones hebrea, caldea y egipcia, en la Masonería operativa se relacionaban respectivamente en este orden, a Salomón, a Hiram Rey de Tiro, y el tercer Gran Maestre, lo que podría llevar a pensar que la conexión “egipcia” sugerida por el antiguo nombre posiblemente no sea puramente accidental.

A este propósito agregaremos otra observación que tampoco carece de interés: se ha supuesto que Amón, presentado como un nombre divino, era en realidad el nombre de una ciudad, y que el  sentido provino de la confusión entre una divinidad y el lugar en donde se la adoraba. No obstante y bajo un forma apenas diferente, y aún bastante similar teniendo en cuenta la indeterminación de las vocales, el nombre encaja realmente en la composición de uno de los nombres de Osiris, que incluso se dice ser el “nombre regio”, y adopta propiamente el sentido de “ser”, lo que es todavía más singular, al igual de la palabra griega de la cual es casi un homónimo, y que según algunos podría haber contribuido asimismo a la confusión.

No queremos extraer de todo esto ninguna conclusión, aunque más no sea porque en las cuestiones de este tipo puede que no se deba confiar excesivamente en soluciones que parecen demasiado simples al no examinarse las cosas con mayor atención.

Entre los otros artículos, señalaremos uno titulado The Tables of King Salomon and King Arthur; las “mesas” de que se trata tienen las dos un mismo simbolismo astronómico, y la prioridad es aquí reivindicada por la de Arturo, porque es identificada al Zodíaco arcaico de Somerset, cuyo origen sería muy anterior a la época de Salomón; pero, a decir verdad, esta cuestión de prioridad nos parece que pierde mucha de su importancia si se trata, como pensamos, de representaciones derivadas de un mismo prototipo, sin ninguna filiación directa de una a otra. –Mencionemos aún reflexiones diversas sobre el simbolismo de la Mark Masonry, y un artículo titulado The A. B. C. of Astrology, que da un esbozo de las características de los planetas y de los signos zodiacales, introduciendo ahí además ciertos puntos de vista modernos que demandarían más de una reserva.

 

L

21.- En el Masonic Light de noviembre de 1949 hay dos artículos consagrados a cuestiones de simbolismo.

Uno aborda el tema de la rama de acacia, símbolo de inmortalidad, y también, según el significado griego del nombre, de inocencia ("Akakia", "Acacia" y literalmente, "no maldad", N. del T.). En cuanto referido a la iniciación no pensamos que pueda considerárselo con total propiedad como un tercer sentido, ya que la iniciación está directamente vinculada con las ideas de resurrección e inmortalidad.

El otro artículo se refiere a la regla de 24 pulgadas. Puntualicemos que, si bien en ciertos países se adoptó más o menos recientemente el sistema métrico decimal, no por ello se debe modificar en los rituales la indicación de esta medida, que en sí misma tiene un valor tradicional. Por otra parte el autor señala que la regla figura en todas partes como una de las herramientas del primer grado.  Esto es exacto, pero además olvidó completamente destacar su función en el ritual del tercer grado, cuando es justamente éste el que hace aparecer más claramente su relación simbólica con la jornada dividida en 24 horas.

Señalemos además que la división en tres grupos de ocho horas, a pesar de mencionarse en ciertas instrucciones a los recién iniciados, no representa en suma más que una ‘utilización del tiempo’ bastante banal,  constituye uno de los ejemplos de aquella tendencia “moralizante” que desafortunadamente prevaleció en la interpretación habitual de los símbolos.

La división en dos series de doce, correspondiente a las horas del día y a las de la noche (como en la cantidad de letras que componen las dos partes de la fórmula shahâdah islámica) ciertamente daría lugar a consideraciones mucho más interesantes.

Por lo que respecta a la equivalencia más o menos aproximada de la pulgada inglesa con la antigua pulgada egipcia, aparece sin lugar a dudas como muy hipotética: las variaciones sufridas por las medidas que se designan con los mismos nombres, según los países y las épocas, no parecen haber sido estudiadas tal como lo hubieran merecido, y debe reconocerse que semejante estudio no carecería de dificultades, cuando se sabe exactamente lo que fueron, por ejemplo, las diferentes especies de codos, pies y pulgadas que se utilizaron, incluso a veces simultáneamente, entre ciertos pueblos de la antigüedad.

L

Entre los artículos históricos, destacaremos uno en el que se exponen los hechos que condujeron, entre 1830 y 1840, a ciertas Logias operativas inglesas a renunciar a todo carácter masónico y a transformarse en simples “Trade Unions”.  Nos preguntamos si no será ésto lo que explicaría que en los rituales operativos, hacia tal época, se produjeran ciertas lagunas reparadas por otra parte posteriormente, pero sobre todo a lo que parece con la ayuda de los rituales de la Masonería especulativa.

Por curiosa coincidencia, en el transcurso del siglo XIX, en Francia, sucedió algo parecido con los rituales del Compañerazgo, que se remedió también de la misma forma, lo que por otra parte puede arrojar algunas dudas respecto de la antigüedad de lo que dichos rituales, tal como existen actualmente, presentan en común con los de la Masonería, y que al menos parcialmente puede no ser más que una consecuencia de dicha reconstitución.

 

Julio-agosto de 1950  

L

22.- “The Speculative Mason” (número del primer trimestre de 1950) contiene un buen artículo sobre la orientación de edificios, más específicamente, de los templos e iglesias, casos en los que las consideraciones “utilitarias”, con las que los modernos pretender explicar todo, carecen evidentemente de todo valor. No obstante hubiera sido mejor indicar con mayor claridad que en las civilizaciones tradicionales no había diferencia alguna entre la orientación de templos e iglesias y la de las casas y ciudades.  El “utilitarismo” pudo introducirse con el punto de vista profano que invadió todo poco a poco hasta el punto que, en los tiempos modernos, la orientación misma de los edificios sagrados, considerada “inútil”, terminó por quedar completamente olvidada.

Acerca de los “regentes” de los cuatro puntos cardinales, nos parece que hubiera sido muy fácil hallar otros a quien citar, cuya autoridad fuera superior a la de H. P. Blavatsky. De todos modos estamos totalmente de acuerdo con el autor cuando se pregunta: “¿Cuál es el valor de un fenómeno físico cualquiera si no nos condujera a su contrapartida de orden superior?” En efecto aquí está la diferencia esencial entre ciencia tradicional y ciencia profana de los modernos, y es precisamente por ello que ésta no tiene el menor valor real como “conocimiento”.

Señalemos también un artículo sobre el simbolismo del centro considerado como “el punto a partir del cual no se puede errar”; otros dos sobre el significado del ritual, desafortunadamente ambos demasiado sumarios, y algunas impresiones sobre el Mark Degree.

 

O

23.-En la revista “Masonic Light” (número de diciembre de 1949) destacamos un artículo sobre la “Order of the Eastern Star”, organización femenina reservada a las esposas, madres, hermanas e hijas de masones, que sin embargo no pretende tener ningún carácter masónico; y otro artículo sobre Shakespeare y la Masonería, que es un análisis del ya viejo libro de Alfred Dodd, Shakespeare Creator of Freemasonry que ya reseñamos aquí en su momento.

R

En el mismo número hay un estudio consagrado a varios puntos relativos a la cuestión de la regularidad masónica.  Los masones de los diferentes países están evidentemente muy lejos de estar de acuerdo sobre lo que debería o no ser considerado esencial respecto de la regularidad, y por lo demás se sabe que jamás se estableció de manera definitiva una lista verdaderamente autorizada de los landmarks.

H

El número de marzo contiene un resumen de la historia de la arquitectura, en el cual que se destacan algunas consideraciones interesantes. Pero el artículo resulta demasiado “simplista”, y además muy poco conforme con el espíritu tradicional toda vez que quiere explicar, por medio de una serie de factores puramente externos, las diferencias de la arquitectura a través del tiempo y de los países. Por otra parte, el autor no parece tener idea alguna del papel esencial desempeñado por la imitación de un “modelo cósmico” en toda arquitectura tradicional, y sin embargo es allí en primer lugar de donde ella extrae su valor iniciático, sin el cual la misma iniciación masónica no podría evidentemente haber existido jamás.

V

Una pequeña observación accesoria: ¿por qué razón, en un epígrafe reproducido en el encabezamiento de cada número, se presenta a Voltaire (que por lo demás no debería especialmente ser citado invocando su cualidad masónica, puesto que fue iniciado “honoris causa” nada más que algunos meses antes de su muerte) como miembro de la “Logia de las Siete Hermanas”? ¿No parece mas bien que las Musas siempre fueron nueve!

NOTAS

1 "Seña, muestra, recuerdo, prueba de amistad”; técnicamente, signo de reconocimiento. (Nota del T.).

2 Retomado por el autor en el capítulo XVII de Aperçus sur l´Initiation. (N.del Traductor)

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Last modified: March 22, 2014