EL CRISMÓN Y EL CORAZÓN EN LAS ANTIGUAS
MARCAS CORPORATIVAS
Capitulo XV
ESTUDIOS SOBRE LA
FRANCMASONERÍA Y EL COMPAÑERAZGO
René Guénon
En un
artículo, de un carácter por lo demás puramente documental, dedicado al estudio
de ”Blasones con motivos astrológicos y talismánicos” y publicado en la “Revue
de l'Histoire des Réligions” (julio-octubre 1924), W. Deonna, de Ginebra, al
comparar los signos que aparecen en estos blasones con otros símbolos más o
menos similares, se refiere más ampliamente al “quatre de chiffre”
que fue “común en los siglos XVI y XVII,
como marca de familia y de casa para los particulares, quienes lo incluían en
sus lápidas sobre sus blasones”. Él señala que este signo "se presta a todo tipo
de combinaciones, con la cruz, el globo, el corazón, asociado a monogramas de
propietarios, se complica con barras asociadas", y reproduce unos cuantos
ejemplos. Nosotros pensamos que dicho signo fue esencialmente una “marca de
maestría”, común a muchas corporaciones diferentes, con las cuales los
particulares y las familias que se sirvieron de este signo estaban sin duda
unidas por algunos vínculos frecuentemente hereditarios.
Deonna habla a continuación, bastante
someramente, del origen y del significado de esta marca: “Jusselin, dice él, la
deriva del monograma constantiniano, ya interpretado libremente y deformado en
los documentos merovingios y carolingios,
pero esta hipótesis aparece como totalmente arbitraria, y ninguna analogía la
sostiene”. No compartimos tal opinión, e incluso consideramos que tal
asimilación debe ser por el contrario muy natural, pues, por nuestra parte, la
habíamos hecho siempre sin tener conocimiento de los trabajos específicos que
podían existir sobre el asunto, e incluso no habríamos creído que pudiera ser
contestada, de evidente que nos parecía. Pero sigamos y veamos cuales son las
otras explicaciones propuestas: “¿Será quizá el 4 de las cifras árabes,
sustitutas de las cifras romanas en los manuscritos europeos anteriores al siglo
XI?...,¿Hay que suponer que representa el valor místico de la cifra 4, que se
remonta a la Antigüedad y que los modernos han conservado?”. Deonna no rechaza
esta interpretación pero prefiere otra: él supone “que se trata de un signo
astrológico”, el de Júpiter.
A decir verdad, esas diversas hipótesis no
son necesariamente excluyentes unas de otras: puede muy bien haber habido, tanto
en este caso como en muchos otros, superposición e incluso fusión de varios
símbolos en uno sólo, de muchos símbolos, al cual aparecen vinculados, por ello
mismo, múltiples significados; no hay nada ahí que deba sorprender, pues como
antes dijimos esta multiplicidad de sentidos es como inherente al simbolismo,
del que constituye asimismo una de sus mayores ventajas como medio de expresión.
Ahora bien, es necesario, naturalmente, el llegar a reconocer el sentido
primero y principal del símbolo; y en este caso persistimos en considerar que
dicho sentido viene dado por la identificación con el Monograma de Cristo,
mientras que los demás le están asociados secundariamente.
Es cierto que el signo astrológico de
Júpiter, cuyas dos formas principales (fig. 1), presentan en su aspecto general
un parecido con la cifra 4 (fig. 2); y también es cierto que su uso está
relacionado con la idea de “maestría”, sobre lo que volveremos más adelante. Sin
embargo, para nosotros, este elemento, en el simbolismo de la marca en cuestión,
podría solamente ubicarse en tercer lugar. Destaquemos por lo demás que el
origen mismo del signo de Júpiter es muy incierto, pues unos quieren ver en él
la representación del rayo, mientras para otros es simplemente la inicial del
nombre de Zeus.
Por otra parte, nos parece innegable que lo
que Deonna denomina el "valor místico" del número 4 ha desempeñado también aquí
un papel, e incluso un papel más importante, pues nosotros le asignaríamos el
segundo lugar en este complejo simbolismo. Puede destacarse, a este respecto,
que la cifra 4, en todas las marcas donde figura, tiene una forma que es
exactamente la de una cruz cuyas dos extremidades están unidas por una línea
oblicua; ahora bien, la cruz era en la Antigüedad, y especialmente entre los
Pitagóricos, el símbolo del cuaternario (o más exactamente uno de los símbolos,
pues había otro que era el cuadrado), y, además, la asociación de la cruz con el
Crismón ha debido establecerse de la manera más natural.
Por consiguiente, esta observación nos
lleva de nuevo al Crismón; y, primero, debemos decir que conviene hacer una
distinción entre el Crismón constantiniano propiamente dicho, el signo del
Lábaro, y lo que se llama el Crismón simple. Este (fig. 3), nos aparece como el
símbolo fundamental del que otros muchos derivaron más o menos directamente. Se
le considera formado por la unión de las letras I y X, es decir de las iniciales
griegas de las dos palabras Iesous Christós y es éste uno de los sentidos
que tuvo desde los primeros tiempos del Cristianismo; pero este símbolo, en sí
mismo, es muy antiguo, y es uno de aquellos que están difundidos por doquier y
en todas las épocas. Este es un ejemplo de la adaptación cristiana de los signos
y de las narraciones simbólicas precristianas como ya hemos señalado respecto a
la leyenda del Santo Grial; y tal adaptación debe considerarse, no sólo
Fig.1
Fig.2
como legítima sino en cierto modo
como necesaria, para quienes como nosotros ven en esos símbolos unos vestigios
de la tradición primordial. La leyenda del Grial es de origen celta; por una
coincidencia digna de ser destacada, el símbolo del que hablamos se encuentra
también entre los Celtas, entre los cuales constituye un elemento esencial de la
“rodela” (fig. 4). Por lo demás, la rodela se perpetuó a través de toda la Edad
Media, y no es inverosímil admitir que se pueda vincular con ella incluso el
rosetón de las catedrales.
Existe, en efecto, una conexión segura entre la figura de la rueda y los
símbolos florales de significados múltiples, tales como la rosa y el loto, a los
cuales hemos aludido en precedentes artículos; pero esto nos llevaría demasiado
lejos de nuestro tema. En cuanto al significado general de la rueda, en la que
los modernos en general quieren ver un símbolo exclusivamente “solar”, de
acuerdo a la explicación de la que usan y abusan en toda circunstancia, diremos
solamente, sin poder insistir todo lo que haría falta, que en realidad es por el
contrario y antes que nada un símbolo del Mundo, como se puede determinar
particularmente por el estudio de la iconografía hindú. Para ceñirnos a la
“rodela” céltica (fig. 5),
señalaremos todavía que muy probablemente hay que atribuir igual origen y
significado al emblema que figura en el ángulo superior de la bandera británica
(fig. 6), que no difiere en suma más que por estar inscrito en un rectángulo en
vez de en una circunferencia, y en el cual algunos ingleses quieren ver el signo
de la supremacía marítima de su patria.
fig. 3 fig.
4 fig. 5 fig. 6
Formulemos ahora una observación sumamente
importante respecto del simbolismo heráldico: la forma del Crismón simple es una
especie de esquema general según el cual se dispusieron en el blasón las figuras
más diversas. Obsérvese por ejemplo un águila o cualquier otra ave heráldica, y
no será difícil descubrir la citada disposición (la cabeza, la cola, las
extremidades de las alas y de las patas corresponden a las seis puntas de la
fig. 3); obsérvese luego el emblema de la flor de lis, y nuevamente podrá
comprobarse lo mismo. Poco importa por lo demás cuál es el origen real del
emblema de la flor de lis, que ha dado lugar a tan variadas hipótesis: que sea
verdaderamente una flor, lo que nos llevaría de nuevo a los símbolos florales
recordados anteriormente (el lirio natural tiene efectivamente seis pétalos), o
que en cambio se haya tratado primitivamente de la punta de una lanza, o de un
ave, o de una abeja, o del antiguo símbolo caldeo de la realeza (jeroglífico
sâr), o incluso de un sapo,
o aún como es mucho más probable que resulte de la síntesis de varias de estas
figuras siempre permanece estrictamente conforme con el esquema del que
hablamos.
Una de las razones de esta particularidad
hay que encontrarla en la importancia de las significaciones vinculadas con el
número seis, ya que la figura que estamos considerando no es, en el fondo, sino
uno de los símbolos geométricos que corresponden a dicho número. Si unimos sus
extremidades de dos en dos (fig. 7), se obtiene otro símbolo senario muy
conocido, el doble triángulo (fig. 8), conocido más comúnmente por el nombre de
“sello de Salomón”.
Es una figura usada muy frecuentemente entre los Judíos y entre los Árabes, pero
es también un emblema cristiano; fue incluso, como nos ha señalado L.
Charbonneau-Lassay, uno de los antiguos símbolos de Cristo, como lo fue también
otra figura equivalente, la estrella de seis puntas (fig. 9), que no es en suma
más que una variante, y como lo es también, por supuesto, el Crismón mismo, lo
que es una razón más para establecer entre todos estos signos un estrecho
vínculo. El hermetismo cristiano del Medioevo veía en los dos triángulos
opuestos y entrelazados, donde uno es como reflejo o la imagen invertida del
otro, una representación de la unión de las dos naturalezas, divina y humana, en
la persona de Cristo; y el número seis incluye entre sus significados los de
unión y de mediación, que convienen perfectamente al Verbo encarnado. Por otra
parte, el mismo número seis, según la Kábala hebrea, es el número de la creación
(la obra de los seis días), y, bajo este aspecto, atribuir del símbolo al Verbo
no deja de tener justificación, pues es como una especie de traducción gráfica
del “per quem omnia facta sunt” del Credo.
fig. 7 fig. 8 fig. 9
Ahora bien lo que es especialmente
interesante desde el punto de vista donde nos situamos en este estudio, es que
el doble triángulo fue escogido en el siglo XVI, y posiblemente antes aún, como
emblema y como contraseña de ciertas corporaciones. Igualmente, sobre todo en
Alemania, se convirtió en la divisa habitual de las tabernas o cervecerías donde
dichas corporaciones mantenían sus reuniones.
Era en cierto modo una marca general común, en tanto que las figuras más o menos
complejas en las que se encontraba el “cuatro de cifra” eran marcas personales,
particulares de cada maestro; y ¿no es lógico suponer que entre estas últimas y
la anterior, debió de haber cierto parentesco, el mismo parentesco existente
entre el Crismón y el doble triángulo cuya realidad acabamos de demostrar?
fig.
10 fig. 11 fig. 12
El Crismón constantiniano (fig. 10), que se
compone de dos letras griegas reunidas, la X y la P, las dos primeras de “Christos”,
parece a primera vista como derivado inmediatamente del Crismón simple, del que
conserva exactamente la disposición fundamental, y del cual no se distingue más
que por el agregado de un lazo, en la parte superior, que transforma la I en P.
Ahora bien, si se considera al “cuatro de cifra” en sus formas más simples y
corrientes, la similitud, podríamos inclusive decir la identidad, con el Crismón
constantiniano es innegable; y es especialmente sorprendente cuando la cifra 4,
o el signo que imita su forma y que al mismo tiempo puede ser una deformación de
la P, está vuelta hacia la derecha (fig. 11), en lugar de estarlo hacia la
izquierda (fig. 12), pues se encuentran ejemplos indistintamente de las dos
orientaciones.
Además aparece aquí un segundo elemento simbólico que no estaba en el Crismón
constantiniano: nos referimos a un signo en forma de cruz que se introduce muy
naturalmente por la transformación de la P en 4. Frecuentemente, este signo está
como subrayado por el agregado de una línea suplementaria, sea horizontal (fig
13) sea vertical (fig. 14), que constituye como una especie de duplicación de la
cruz.
Se observará que en la segunda de estas
figuras, falta toda la parte inferior del Crismón y la substituye un monograma
personal, así como diversos símbolos en otros casos. Tal vez de aquí surgieron
ciertas dudas sobre la identidad del signo que se conserva constantemente el
mismo bajo todos estos cambios: pero pensamos que las marcas que contienen el
Crismón completo son las que representan la forma primitiva, en tanto que las
otras son modificaciones posteriores las cuales tuvieron como consecuencia que
la parte conservada fuera tomada por el todo, probablemente sin perder de vista
jamás el sentido.
Figura 13 Fig. 14
Sin embargo nos parece que en ciertos casos
el elemento de cruz del símbolo llegó a ocupar el primer plano; al menos así nos
parece desprenderse de la asociación del “cuatro de cifra” con determinados
signos, y este es el punto que nos queda por examinar.
Entre los signos en cuestión hay uno que
figura en la marca de una tapicería del siglo XVI que se conserva en el museo de
Chartres y cuya naturaleza no presenta duda alguna: se trata evidentemente, en
una forma apenas modificada, del “globo del Mundo” (fig. 16), símbolo
constituido por el signo hermético del reino mineral coronado por una cruz; aquí
el “cuatro de cifra” pura y simplemente ha tomado el lugar de la cruz.
Tal “globo del Mundo” es esencialmente un
signo de potencia, y al mismo tiempo signo del poder temporal y del poder
espiritual, ya que si bien es verdad que es una de las insignias de la dignidad
imperial, también se la encuentra constantemente en la mano de Cristo, y no sólo
en aquellas representaciones que evocan más particularmente la Majestad divina,
como las del Juicio final, sino incluso en las representaciones del Cristo niño.
Así, cuando este signo substituye al Crismón, (y aquí hay que recordar el
vínculo que originariamente une a dicho signo con la “rodela”, otro símbolo del
Mundo), puede decirse que en suma es inclusive un atributo de Cristo que ha
substituido a otro; igualmente la idea de “maestría” está ligada directamente a
este nuevo atributo, como en el caso del signo de Júpiter, en el cual nos puede
hacer pensar especialmente la parte superior del símbolo, pero sin que por ello
pierda su valor de cruz, respecto de lo cual no queda la menor duda cuando se
comparan las dos figuras.
Fig. 15 Fig. 16 Fig. 17
Fig. 18
Llegamos así hasta un grupo de marcas que
son el motivo directo de este estudio: la diferencia esencialmente estas marcas
y aquellas de que hablábamos en último término es la substitución del globo por
un corazón. Curiosamente ambos tipos de símbolos están estrechamente ligados
entre sí, (figuras 17 y 18), pues en algunos el corazón está dividido por líneas
que siguen exactamente la misma pauta que caracteriza al “globo del Mundo”,
lo cual ¿no está indicando una como equivalencia, por lo menos en cierto
aspecto, y no sería ya suficiente como para sugerir que se trata del “Corazón
del Mundo”? En otros ejemplos, las líneas rectas trazadas en el interior del
corazón están substituidas por líneas curvas que parecen dibujar las aurículas
del mismo y donde están inscritas las iniciales (figuras 19 y 20); pero dichas
marcas parecen más recientes que las anteriores,
de modo que con toda verosimilitud se trata de una modificación bastante tardía,
y posiblemente destinada simplemente a dotar la figura con un aspecto más o
menos geométrico y ornamental.
Finalmente hay variantes más complejas en
las que el símbolo principal está acompañado de signos secundarios, los cuales
manifiestamente no cambian en nada su significado e incluso en la que
reproducimos (fig. 21), nos permite pensar que las estrellas no están sino para
destacar más decididamente el carácter celeste que hay que reconocerle.
Con esto queremos decir que en nuestra opinión, en todas estas figuras debe
verse el Corazón de Cristo, y que no es posible ver otra cosa, puesto que tal
corazón está coronado por una cruz, e incluso, en lo que respecta a todas las
que tenemos a la vista, por una cruz duplicada con el agregado de una línea
horizontal a la cifra 4.
Fig.19
Fig.20 Fig.21
Fig.22 Fig. 23
Abramos ahora un paréntesis para señalar
otra curiosa aproximación: esquematizando estas figuras se obtiene un símbolo
hermético conocido (figura 22), que no es sino la posición invertida del símbolo
del azufre alquímico (fig. 23). Reencontramos así el triángulo invertido cuya
equivalencia con el corazón y la copa ya hemos indicado en nuestro precedente
artículo. Aislado, este triángulo sólo es el signo alquímico del agua, mientras
que el triángulo con el vértice hacia arriba, lo es del fuego. Ahora bien, entre
los diversos significados constantes del agua, en las más antiguas tradiciones,
hay uno que es más particularmente interesante destacar aquí: se trata del
símbolo de la Gracia, y de la regeneración que provoca en el ser que la recibe.
Recordemos el agua bautismal, las cuatro fuentes de agua viva del Paraíso
terrenal, así como el agua vertida por el Corazón de Cristo, manantial
inagotable de la Gracia. Finalmente y como refuerzo de la explicación, el
símbolo invertido del azufre significa el descenso de las influencias
espirituales en el “mundo de aquí abajo”, vale decir, en el mundo terrestre y
humano; en otras palabras, se trata del “rocío celeste” del cual ya hemos
hablado.
Estos son los símbolos herméticos antes aludidos, y se convendrá que su
verdadero significado ¡está muy alejado de aquellas interpretaciones
falsificadas que pretenden asignarle ciertas sectas contemporáneas!
Fig.24 Fig.25
Dicho esto, retornemos a nuestras marcas
corporativas para formular en pocas palabras las conclusiones que nos parecen
desprenderse de lo que venimos de exponer.
En primer lugar, creemos haber establecido
de manera suficiente que el Crismón es el tipo fundamental del que derivan todas
estas marcas, y de donde, en consecuencia, extraen su principal significado. En
segundo lugar, cuando en ciertas marcas se ve al Corazón tomar el lugar del
Crismón y de otros símbolos que, de manera inequívoca, se refieren directamente
a Cristo, ¿no se tendría acaso el derecho de afirmar decididamente que dicho
corazón es efectivamente el Corazón de Cristo? Agreguemos que, como ya fue
señalado, el hecho de que el corazón esté coronado por una cruz, o por un signo
seguramente equivalente, o también y mejor aún por uno y otro juntos, apoya lo
dicho de la mejor manera posible, ya que en cualquier otra hipótesis no vemos
cómo podría ofrecerse una explicación plausible.
Finalmente la idea de inscribir el propio
nombre, con iniciales o en monograma, en el mismo Corazón de Cristo, ¿no es
acaso muy propio de la piedad de nuestros ancestros?.
Con esta última reflexión, damos por
terminado este estudio contentándonos por esta vez con haber aportado, con datos
precisos sobre algunos puntos interesantes del simbolismo religioso en general,
a la antigua iconografía del Sagrado Corazón una contribución que nos viene de
una fuente un poco imprevista, y auspiciando solamente que entre nuestros
lectores haya alguno que pueda completarlos con aportes documentales del mismo
tipo, pues pensamos que puedan ciertamente existir en número considerable aquí y
allá, y bastaría con reunirlos para formar un conjunto de testimonios
verdaderamente impresionante.
Publicado originalmente en Regnabit,
noviembre de 1925. Retomado en Etudes Traditionnelles, enero-febrero de
1951. Recopilado posteriormente en Etudes sur la Franc-Maçonnerie II y en
Ecrits pour “Regnabit”.
NOTAS
El mismo signo
ha sido muy usado en el siglo XV al menos en Francia, y especialmente en las
marcas de impresores. Hemos recogido los siguientes ejemplos: Wolf (Georges),
impresor-librero de París, 1489; Syber (Jean), impresor de Lyon, 1478;
Remboldt (Bertholde), impresor de Paris, 1489.
“Origine de
monogramme des tapissiers” en el “Bulletin monumental”, 1922, págs. 433-435.
En un artículo
precedente, Deonna reconocía por su cuenta propia la existencia de una
relación entre la “rodela” y el Monograma de Cristo (“Quelques reflexions sur
le Symbolisme, en particulier dans l’art préhistorique”, en la Revue de
l’Histoire des Religions, enero-abril 1924); por tanto, nos sorprende más
verle negar a continuación la relación, sin embargo más visible, entre el
Crismón y el "cuatro de cifra". (N. d. T.: El significado es también evidente
en la iconografía de los discos de la tradición de los mapuches, donde la
rueda y su cruz simbolizan el mundo) .
Hay dos tipos de
“rodela”, uno de seis radios (fig.4) y otro de ocho (fig. 5), y cada uno de
los números tiene naturalmente su razón de ser y su significado. El Crismón
corresponde al primer tipo; en cuanto al segundo es interesante notar la
similitud sorprendente que tiene con el loto hindú de ocho pétalos.
La forma misma
de la “rodela” se encuentra de nuevo más claramente aún cuando el mismo
emblema está trazado sobre el escudo que lleva la figura alegórica de Albión.
Por más extraño
que resulte, esta opinión ha debido ser admitido muy antiguamente, porque en
las tapicerías del siglo XV de la Catedral de Reims, el estandarte de Clodoveo
tiene tres sapos. Es muy posible además que primitivamente este sapo fuera en
realidad una rana, antiguo símbolo de resurrección.
A veces esta
figura se la llama también “escudo de David” o también “escudo de Miguel”,
esta última designación podría llevar a consideraciones muy interesantes.
(N. del T. =
“por quien fueron hechas todas las cosas”). En China seis trazos dispuestos
de otra forma son también símbolo del Verbo; asimismo representan el término
medio de la Gran Tríada, es decir el Mediador entre el Cielo y la Tierra, el
que reúne en sí mismos las dos naturalezas, celeste y terrestre.
A este propósito
señalemos de paso un hecho curioso y muy poco conocido: la leyenda de Fausto,
proveniente más o menos de la misma época, era parte constitutiva del ritual
de iniciación de los impresores.
La fig. 12
reproducida por Deonna incluye la siguiente mención: “Marca de Zacarias
Palthenio, impresor, Francfurt, 1599”.
Fig.13: “Marca
de fecha 1540, Ginebra; atribuida a Jacques Bernard, primer pastor ‘reformado’
de Satigny”. Fig.14: “Marca del impresor Carolus Marellus, Paris, 1631”.
Hemos visto
igualmente el signo del “globo del Mundo” en numerosas marcas de comienzos del
siglo XVI.
Fig. 17:
“Marca de tapicería del siglo XVI, Museo de Chartres”. Fig.18: “Marca de
Maestro Samuel de Tournes, en vaso de peltre de Pierre Rayaume, Ginebra,
1609”.
Fig. 19: "Marca
de Jacques Eynard, mercader genovés, sobre un vitral del siglo XVII". Fig. 20:
"Marca de Maestría, sobre un plato de estaño de Jacques Morel, Ginebra,
1719".
Fig. 21: "Marca
de Maestría sobre un plato de estaño de Pierre Royaume, Ginebra, 1-09".
La figura 24,
que es el mismo símbolo hermético, acompañado de iniciales, proviene de una
losa funeraria de Ginebra (colecciones lapidarias, nº 573). La fig. 25, que
es una modificación suya, es mencionada en estos términos por M. Deonna:
"Clave de bóveda de una casa en Molard, Ginebra, demolida en 1889, marca de
Jean de Villard, con la fecha 1576".
Es de destacar
que la mayor parte de las marcas que hemos reproducido, estando tomadas de la
documentación de Deonna, son de procedencia ginebrina y han debido de
pertenecer; pero no ha lugar quizás a sorprenderse demasiado, si se piensa
además que el capellán de Cromwell, Thomas Goodwin, dedicó un libro a la
devoción al Corazón de Jesús. Hay que felicitarse, pensamos, de ver a los
protestantes mismos aportar así su testimonio a favor del culto del Sagrado
Corazón.
Sería
particularmente interesante el investigar si el corazón se encuentra a veces
en las marcas de maestros constructores y tallistas de piedra, surgidas en la
catedral de San Pedro de Ginebra, entre las cuales se encuentran triángulos
invertidos; algunas acompañadas por una cruz emplazada debajo o en el
interior; no es por tanto improbable que el corazón haya también figurado
entre los emblemas usados en esta corporación.
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