la estricta observancia y los superiores incognitos
anexo i
ESTUDIOS SOBRE LA
FRANCMASONERÍA Y EL COMPAÑERAZGO
René Guénon
Nuestras investigaciones sobre el
Régimen Escocés Rectificado nos han conducido a emprender, como
indispensable complemento, un estudio sobre la Estricta Observancia, tan
profundamente como lo permite un asunto tan obscuro, y que propició tantas
controversias. Mientras se publica dicho estudio, consideramos interesante
ofrecer los documentos que aparecieron en otra parte sobre el tema,
relacionándolos con los que ya conocíamos.
En primer lugar destaquemos en la
“Bastille” del 6 y del 13 de septiembre de 1913, un notable artículo titulado
“Algunos impostores F. ·. M.·. : Strack y Coucoumous” de Benjamin Fabre, autor
de la reciente obra sobre Franciscus, Eques a Capite Galeato. Se habla
ahí especialmente de los Clérigos de Lata Observancia, sobre lo
cual dijimos algunas palabras a propósito del Rito fundado en Malta en 1771 por
el mercader jutlandés Kolmer. He aquí en qué términos Eques a Capite Galeato
habló “como uno de los comisarios de los Archivos de los ‘Philatethes’”
acerca de los Clérigos de Lata Observancia:
“Estos ‘Clérigos’ constituyen todavía un
problema para quien sea observador imparcial. Se ha dicho que fueron los
‘Jesuitas’(!) quienes, queriendo perpetuarse secretamente, formaron la ‘clase
eclesiástica del orden interior del Régimen de la Estricta Observancia’.
Se ha dicho que se trató de una nueva
“Confederación” que, impulsada por motivos de orgullo y de codicia, quería
dominar en dicho Régimen por medio de algunas formalidades y algunas ideas
científicas recogidas de los manuscritos y de los raros libros de los Rosa-Cruz
del siglo XVII.
Se ha dicho que era el ‘Clero de la Orden
de los Antiguos Templarios’ que se habrían perpetuado, y que, con exclusión de
los simples ‘caballeros’, poseían ‘la doctrina y la práctica de las Ciencias
Ocultas, de las que cada uno extendía el catálogo según el alcance de sus ideas,
y según sus propios gustos’.
En realidad estos “Clérigos” favorecían
cualquier opinión que uno quisiera formularse sobre ellos, dada la ambigüedad de
sus respuestas, de su constitución y de la astucia de su conducta”. Y Benjamín
Fabre agrega: “La finalidad que perseguían habría sido la de ‘superponerse’ al
Régimen de la Estricta Observancia
para asumir la dirección de sus Logias establecidas en toda Europa, e incluso en
el Nuevo Mundo. Exigían de sus adeptos que poseyeran todos los grados otorgados
por la Estricta Observancia’”.
Fue en 1767 cuando dicha escisión, “que
parecía haber suscitado un ‘Poder Oculto’”, y que se manifestó primeramente en
Viena, ocurrió en el Régimen de la Estricta Observancia. A partir de
entonces “parece que por una u otra razón el barón von Hundt, Eques ab Ense,
perdió su preeminencia y, lo que hasta ese momento había constituido su fuerza,
vale decir la comunicación con los Superiores Incógnitos”. Cuando se
reunió la Asamblea General Masónica de Brunswick, en 1775, “el barón von Hundt,
representante del Gran Maestre Eques a Penna Rubra,
...ya no era más que ‘la sombra de una sombra’”. Es posible que la desgracia
haya golpeado más allá del jefe de la “Estricta Observancia”, y haya alcanzado a
este mismo Gran Maestre, intermediario entre von Hundt y los verdaderos
Superiores Incógnitos.
Uno de los jefes del cisma fue el H.·.
Starck, predicador de la corte de Prusia, doctor en teología (protestante) ...y
en ciencias masónicas, en las cuales tuvo como maestros a Gugumus y al tabernero
Schroepfer. El primero (cuyo nombre también se escribe Gugomos, Gouygomos,
Kukumus, Cucumus, etc. Ya que la ortografía es muy incierta), figura en la lista
de los miembros de la Estricta Observancia con el nombre de Eques a
Cygno Triomphante,
y con el título de ‘lugarteniente al servicio de Prusia”. Según una carta del
H.·. príncipe de Carolath al H.: marqués de Savalette de Langes,
“Coucoumus (sic) o Kukumus, proveniente de una familia procedente de
Suabia, pasa por casi todos los servicios de Alemania, tanto militares como
civiles, fue admirado por su talento, pero al mismo tiempo también despreciado
por su inconstancia y su mala conducta ..., fue chambelán del duque de
Wirtemberg”.
“Gugomos”, cuenta el H.·.Clavel,
“había aparecido en la Alta Alemania y se había dicho enviado desde Chipre
por los Superiores Incógnitos de la Santa Sede (?). Él se asignaba los
títulos de gran sacerdote, de caballero, de príncipe. Prometía enseñar el arte
de fabricar oro, de evocar a los muertos, y de indicar el sitio de ocultos
tesoros de los Templarios. Pero bien pronto se le desenmascaró; cuando quiso
huir lo arrestaron y obligaron a retractarse por escrito de todo lo que había
afirmado, y confesar que no había sido más que un simple impostor”.
Lo que veremos más adelante, no nos permite
compartir plenamente la conclusión la siguiente: Gugomos en efecto pudo muy
bien haber sido un impostor, pero también debió haber sido otra cosa, al menos
durante parte de su carrera. Por lo menos así nos parece que se desprende de la
continuación de la carta, ya citada, del H.·. príncipe de Carolath: “Hacía ya
largo tiempo que profesaba las Ciencias Ocultas, pero fue en Italia donde se
formó sobre este asunto. Por lo que se asegura, volvió a su patria poseedor de
los más extraordinarios conocimientos que no dejó de practicar. Por medio de
ciertos caracteres, que sin embargo no eran los verdaderos, y de fumigaciones,
convocaba a los espíritus, a los espectros. Se asegura incluso que tenía una
especie de rayo bajo su control”.
Ahora bien, de acuerdo a testimonios que no tenemos ninguna
razón para poner en duda, todavía existen en África del Norte ciertos rabinos
que precisamente tienen “una especie de rayo bajo su control”, y que por medio
de “caracteres” o de figuras cabalísticas producen, en la sala donde llevan a
cabo tal ‘operación”, una especie de tormenta en miniatura, con formación de
nubes, relámpagos, truenos, etc.
Poco más o menos ésto era lo que hacía Gugomos, y dicha semejanza, significativa
desde el punto de vista de ciertas influencias judías, nos hace recordar por
otro lado a ese “misterioso adepto oculto bajo el nombre de Valmont, que
frecuentemente viajaba desde África a Italia y Francia, y que inició el H.·.
barón de Waechter”.
Hubiera sido interesante contar con
información un poco más puntualizada acerca de los “caracteres’ de que se servía
Gugomos en sus “operaciones”. Además, tanto entre los “Philalethes” como entre
otros HH.·. de “Regímenes” diversos y rivales, que se esforzaban con mucho
fervor y tan poco éxito en hacer surgir “la luz de las Tinieblas” y “el Orden
del Caos” ¿quién podría haberse jactado, sobre todo en tal época,
de poseer los “verdaderos caracteres”, vale decir en suma, de remontarse a la
emanación de una “Potencia legítima” ante los ojos de los verdaderos
Superiores Incógnitos? A veces eran destruidos o desaparecían archivos muy
oportunamente, demasiado oportunamente incluso como para no despertar sospechas.
La Gran Logia de Inglaterra ¿no fue acaso desde sus comienzos (1717-1721) y por
inspiración del Rev. H.·. Anderson (ex capellán de una logia operativa) la
primera en dar ejemplo de semejante proceder?
Pero continuemos la cita: “la noticia de tantas cosas maravillosas llamó la
atención de todo el mundo, es decir del mundo masónico, ya que se le debe
reconocer que jamás se dirigió a los profanos”.
Se trataba por parte de Gugomos de una
conducta conforme a las reglas de la más elemental prudencia. De todos modos
aún en ambientes masónicos debería haberse mostrado más circunspecto, en su
propio interés y en el de su “misión”; y la ostentación que hizo de sus
“conocimientos” y poderes posiblemente fue una de las causas de la desgracia que
le esperaba, como veremos dentro de poco. “Muy pronto confiado en sí mismo,
tuvo el coraje de convocar un Congreso General, donde debía propalar sus raros
conocimientos. Pero prodigiosamente sus fuerzas le abandonan. Ya no estuvo en
condiciones de producir las cosas de que se había jactado. En consecuencia, fue
expulsado de la Orden por su mala conducta. Hoy en día su estado es el de un
continuo errar, a pesar de que se asegura recobró parte de sus conocimientos. Se
ignora su actual paradero”.
Entonces Gugomos, manifiestamente
abandonado por aquellos Superiores Incógnitos de los que no había sido
más que un instrumento, perdió todos sus poderes justo en el momento cuando más
los hubiera necesitado. Es muy posible que recurriera entonces a ciertas
supercherías con el intento de sostener la credibilidad de aquellos títulos que
ya no podía justificar por poderes verdaderos, de los cuales no había sido más
que el depositario momentáneo; dichos títulos no eran de los que pudieran
comprobarse con algún documento escrito, el cual por otra parte no hubieran sido
capaces de descifrar aún aquellos HH.·. de los Altos Grados.
En tales circunstancias, Gugomos, presionado por cuestiones indiscretas, no pudo
sustraerse de ellas sino declarándose “impostor”, y fue “expulsado de la Orden”,
es decir, de los Altos Grados “conocidos”, organización “interior” en relación a
la Masonería Simbólica, pero sin embargo “exterior” aún en relación a
otras, a aquellas a las que el mismo Gugomos podría haber estado vinculado, bien
que más como simple auxiliar que como verdadero iniciado.
Tal desventura no debe sorprendernos, tanto
menos cuanto la historia de la Alta Masonería de entonces proporciona otros
varios ejemplos: más o menos lo mismo le sucedió al barón von Hundt, a Starck, a
Schroepfer, etc., sin hablar de Cagliostro. Además, sabemos que aún en nuestra
época algo parecido sucedió a algunos enviados o agentes de ciertos “Superiores
Incógnitos”, verdaderamente “superiores” y verdaderamente “desconocidos”: a
aquellos que se han comprometido, y aún sin cometer otra falta fracasaran en su
misión, inmediatamente se les retiran todos los poderes.
La desgracia, por lo demás, bien puede ser solamente temporal, y tal fue
posiblemente el caso de Gugomos; pero el corresponsal del H.: Savalette de
Langes se equivoca o se expresa mal al escribir que, acto seguido, “recobró
parte de sus conocimientos”, ya que, si bien los “poderes” pueden siempre
arrebatarse o devolverse conforme a la voluntad de los “Superiores Incógnitos”,
evidentemente no podría suceder lo mismo con respecto a los “conocimientos”
adquiridos de una vez para siempre en la iniciación, por más imperfecta que
hubiera sido.
El príncipe de Carolath, tan severo con
Gugomos, vacila sin embargo en acusarlo de impostor. Bien que evita
pronunciarse, pareciera mas bien dudar de la calidad de tales “conocimientos”
que de su misma realidad, pues dice: “En ese Congreso Masónico (de 1775),
Waechter termina por confundir a Kukumus.
Parecería que Kukumus no poseía la ‘verdadera luz’, y que persistiendo en la
conexión que posiblemente tuviera con algunos ‘espíritus impuros’, contribuyera
así a aumentar su propia perversidad y la de los demás, y a crearse nuevos
encadenamientos en lugar de liberarse de ellos”. En efecto, parece que Gugomos
seducía sobre todo por la posesión de ciertos poderes de orden muy inferior y se
habría dedicado casi con exclusividad a practicarlos. Es posible que esto fuera
una de las causas de su desgracia, ya que podría muy bien no concordar con las
determinaciones de sus “Superiores Incógnitos”.
En otra carta dirigida también al H.·.
Savalette de Langes, en referencia a Gugomos o Kukumus, el H.: barón de Gleichen
llega a declarar que “es un impostor”, pero se apresura a agregar: “Pero nada sé
de su ‘doctrina’”, lo que tal vez le resultara menos interesante, pero no
obstante constituía un “conocimiento’ más real, como sin duda terminó por
comprender a sus propias expensas. ¿De quién pudo recibir dicha “doctrina”? La
pregunta, mucho más importante que el tema del valor moral, eminentemente
sospechoso, de Gugomos, se reduce exactamente a lo siguiente: ¿quiénes fueron
sus “Superiores Incógnitos”? Y por cierto que no podemos aceptar la solución que
propone el barón de Gleichen, atormentado por la obsesión de la que ya conocemos
ejemplos: “La mayoría creería que fue un enviado de los Jesuitas(!) quienes
verdaderamente intentaron varios veces unirse a la Masonería”. Intento de igual
tenor pudieron realizarse, en el caso, por otros que no fueran Jesuitas; los
Judíos por ejemplo estaban excluidos de una parte de la Masonería, y por lo
demás aún lo están en Suecia y en varias Grandes Logias de Alemania. Justamente
fue en este país donde vieron la luz la mayoría de los “Regímenes” cuyo
prototipo fue la “Estricta Observancia”, lo cual no quiere decir por cierto que
todos hayan tenido el mismo origen “de hecho”, lo que nos parecería poco
verosímil. Pero se comprende fácilmente como, al apoderarse de los Altos Grados
por intermedio de emisarios carentes de todo mandato oficial, se pudiera llegar
a dirigir ‘invisiblemente’ toda la Masonería, lo cual basta a los efectos de
explicar la multiplicidad de los intentos realizados para lograrlo.
Abramos ahora un paréntesis: se ha
reprochado a veces a algunos el querer ver en todas partes la influencia de los
Judíos. Puede ser que no se la deba ver en forma exclusiva, pero hay otros que,
cayendo en el extremo contrario, no quieren verla en ninguna parte. Esto es lo
que ocurrió particularmente respecto del misterioso Falc (así lo escribe el H.:
Savalette de Langes) que algunos “creían que era el jefe de todos los Judíos”.
Se quiso identificarlo ya no con Falk-Scheck, gran rabino de Inglaterra, sino
con el H.; Ernest Falcke (Epimenides, Eques a Rostro), burgomaestre de
Hannover, lo cual no explicaría en lo más mínimo los rumores que, acerca suyo
corrieron en su época. Por otra parte quienquiera haya sido el enigmático
personaje, su papel, como el de muchos otros, está esperando aclaración, lo que
parecería un tema todavía más difícil que el caso Gugomos.
Por lo que se refiere a Falk-Scheck,
encontramos en una “Noticia histórica sobre el Martinesismo y Martinismo”, sobre
la cual volveremos más adelante, un hecho que merece citación: “Mme. De la Croix,
exorcista de poseídos, y a su vez ella misma demasiado frecuentemente poseída,
se jactaba sobre todo de haber destruido un talismán de lapislázuli que el duque
de Chartres (Philippe-Egalité, más tarde duque de Orleans, y Gran Maestre de la
Masonería francesa) había recibido de Inglaterra de parte del célebre Falk-Scheck,
gran rabino de los Judíos, un talismán que debería haber conducido al príncipe
hasta el trono, y que, según ella decía, fue destruido sobre su pecho en virtud
de sus rogativas”. Tuviera o no justificación tal pretensión, no es menos cierto
que la historia resulta singularmente esclarecedora de algunas influencias
ocultas que contribuyeron a preparar la Revolución Francesa.
Benjamin Fabre dedica la continuación de su
artículo
al H.·. Schroepfer, “que tuvo una agitada carrera” que terminó en suicidio
y “que, en un aspecto muy curioso, nos la ofrece la correspondencia de Savalette
de Langes”.
El H.·. Bauer describe así una de sus
evocaciones, de la cual había sido testigo él mismo: “En una asamblea de HH.:,
tanto en Leipzig como en Frankfurt, compuesta de gente de letras, ciencias, etc.
Después de haber cenado en una Logia ordinaria, hizo que nos despojáramos de
todos los metales, y él se preparó una mesita aparte sobre la cual había una
pintura que contenía todo tipo de figuras y caracteres, desconocidos para mí.
Hizo que recitáramos una oración bastante extensa y “muy eficaz”, y nos encerró
en un círculo. A eso de la una de la mañana, escuchamos un ruido de cadenas, y
poco después los tres grandes golpes de manera asombrosa, en la misma sala,
donde estábamos tendidos en el piso. Después comenzó a recitar una especia de
oración con su segundo ‘en un lenguaje que yo no comprendía’. Luego por la
puerta, que antes había estado cerrada con cerrojo, entró un fantasma negro que
él llamaba ‘el espíritu malvado’ y con el cual habló en el mismo lenguaje’. El
espíritu le contestó a su vez, y se retiró a su orden. A eso de las dos,
apareció otro con las mismas ceremonias. Esta vez blanco, llamado ‘el buen
espíritu’ y que despidió del mismo modo. Después de todo ello, cada uno se
marchó ensimismado, la cabeza llena de quimeras...”
“Eques a Capite Galeato” declara que
otro testigo le “dio a entender que todos estos hechos, de tanto renombre, no
eran sino resultado de prestigios físicos, con la ayuda de la prevención o
credulidad de los espectadores”. Sin embargo, el Dr. Koerner confiesa “no haber
logrado todavía conciliar los relatos contradictorios que se hicieron acerca de
este hombre”, y el H.: Massenet asegura que “fue este mismo hombre que manifestó
ante el príncipe Charles de Courlande,
al mariscal de Saxe,
en presencia de seis testigos que, en su totalidad, declararon las mismas
circunstancias, y aseguraron la realidad del hecho, a pesar de que antes no
habían tenido ninguna propensión a creer nada semejante”.
Por nuestra parte ¿qué debemos creer de
todo esto? Seguramente nos resulta todavía más difícil que a sus contemporáneos
formarnos una idea clara y definida sobre la naturaleza de las “obras
pneumatológicas” de Schroepfer, cuyos mismo alumnos, como el barón de Benst,
chambelán del Elector del Saxe, aún se encontraban, de creer a Savalette de
Langes, “en el mismo punto” que los “Philatethes” en la búsqueda de la
“verdadera luz”. Luego de “vistos tantos doctores, Teósofos, Herméticos,
Cabalistas, Pneumatólogos”, se trata en realidad de un muy mediocre resultado!.
Todo lo que puede decirse con certeza es
que, si en algún momento Schroepfer poseyó algunos poderes reales, tales poderes
fueron de un orden más inferior que los de Gugomos. En suma, personajes como
éstos no fueron evidentemente iniciados sino muy imperfectos, y de una u otra
manera desaparecieron sin dejas huellas, luego de jugar un papel efímero como
agentes subalternos, y posiblemente indirectos, de los verdaderos “Superiores
Incógnitos”
Como dijo muy justamente Benjamin Fabre,
“Cabalistas judaizantes y magos ‘al mismo tiempo’ impostores y bribones, tales
fueron los maestros de Starck”. Y agrega “De tan buen escuela este inteligente
discípulo supo sacar provecho, como ya lo veremos”.
El siguiente artículo,
consecuentemente, está consagrado al H.: Starck (”Archidemides, Eques a
Aquila Fulva”) al cual encontramos en la Asamblea General de Bruswick (22 de
mayo de 1775) enfrentándose con el barón von Hundt (“Eques ab Ense”), fundador
de la “Estricta Observancia”, y contra quien “contribuyó para alejarlo de la
presidencia de la Orden”, bien que sin lograr que sus propias pretensiones
prevalecieran. Como volveremos sobre este punto más adelante, no insistiremos
por ahora en el tema. Indiquemos que en 1779
Starck promovió otro intento que tampoco resultó, y que Thory refiere en estos
términos: “El doctor Stark (sic) convoca en Mittau a los ‘Hermanos’ y a
los ‘Clérigos de la Estricta Observancia’. Pese a que trató de conciliar sus
debates, fracasó con este proyecto.
“Eques a Capite Galeato” relata así
el final, real o supuesto, de los “Clérigos de la Lata Observancia”:
“En una de las ‘Asambleas Generales
Provinciales’ en Alemania del ‘Régimen de la Estricta Observancia’, se presionó
a los miembros con cuestiones que no supieron o no quisieron contestar. Por lo
que se dice, dos de ellos (Starck y el barón de Raven), que dijeron ser los
últimos (de estos ‘Clérigos’ o ‘Clerici’) se presentaron al dimisión el
uno al otro, y renunciaron totalmente a propagar su Orden secreta.
Algunos consideran que tal dimisión fue
simulada, y que, no habiendo encontrado en la ‘Estricta Observancia’
propagadores de su agrado, fingieron renunciar con objeto de que no se siguieran
sus huellas y se los pudiera olvidar. De todos modos, el H.: Starck, sabio masón
y sabio ministro del Santo Evangelio, quien por lo que se me asegura fue uno de
los ‘Clerici’, publicó gran cantidad de obras, en las cuales no es imposible
dejar de apreciar, hasta cierto punto, los conocimientos y el objetivo de su
Orden secreta. Las obras de las que tuve conocimiento son; La apología de
los F.: M.:, La finalidad de la Orden de los F.·. M.·.,
Sobre los Antiguos y los Nuevos Misterios. Hay traducciones de las dos
primeras”.
Hay que agregar que en 1780 “atacó
públicamente el ‘sistema de los Templarios’, como contrario a los gobiernos y
sedicioso, en un folleto titulado: ‘La piedra que obstaculiza y la piedra del
escándalo’”
Es posible que los “Clerici” se hayan
perpetuado secretamente; en todo caso Starck no desapareció de la escena
masónica, pues vemos que lo convocaron a la “Asamblea General Masónica de Paris”
en 1785.
A pesar de su desventura conservaba una gran autoridad. ¿Debemos acaso
sorprendernos cuando vemos que, al fallecer el barón von Hundt, se mandó acuñar
una medalla en honor de este otro “sabio Masón”
que por su lado fue por lo menos sospechoso de impostura y mistificación?
En cuanto a los conocimientos particulares
que los ‘Clerici” pretendían poseer exclusivamente, citaremos lo que dijo al
respecto el H.·. Meyer,
en carta a Savalette de Langes de 1780: “Vos sabéis que hubo ‘Clerici’ en
el Capítulo de cierta Orden que no nombro,
y se pretende que fueron los únicos depositarios de la ciencia o del secreto.
Esto no conforma a los Masones modernos que siente carcomerse de curiosidad:
luego de haber sido armados “Caballeros” piden, además de la espada, el
incensario. La facilidad con que se comunica este grado no previene por cierto
en su favor; además los que lo poseen no sabe sino algunas palabras enigmáticas
extras”. Por lo tanto los HH.: ya admitidos a Altos Grados que ingresaban en
este “sistema”, más “interior” o que así se autotitulaba, no encontraban
mayormente sin duda el “secreto de la Masonería”, y no se transformaban todavía
en “verdaderos iniciados”.
Lo verificado nos recuerda estas palabras
del H.·. Ragon: “Ningún grado conocido enseña ni desvela la ‘verdad’. Solamente
‘aligerará’ el velo... Los grados que se practican hasta hoy produjeron Masones
y no ‘iniciados’.
Por lo tanto sólo más allá de los diversos “sistemas”, y de ningún modo en uno u
otro de ellos, puede descubrirse a los “Superiores Incógnitos”. No obstante, en
lo que concierne a las pruebas de su existencia y de su acción más o menos
inmediata, no son difíciles de hallar sino para quien no quiere verlas. Esto es
lo que más especialmente queríamos resaltar, y al menos por el momento nos
abstendremos de formular otras conclusiones.
Publicado
originalmente, sin firma, en La France Antimaçonnique, números del 20 de
noviembre y 4 de diciembre de 1913 y retomado en Etudes Traditionnelles,
junio de 1952.
NOTAS
Él mismo fue secretario
general de la “Asamblea General de Paris” en 1785, y en tal oportunidad fue
encargado, en primer lugar a él solamente y luego junto con el H.: barón de
Gleichen, de iniciar contactos con Cagliostro para sondear sus intenciones.
Sin embargo es importante observar que partió precipitadamente no bien se le
encargó de escribir cierta carta a la “Logia Madre del Rito Egipcio”, y se
lo tuvo que reemplazar por el H.·. de Beyerlé (“Eques a Fascia” en la
“Estricta Observancia”). Los documentos relativos a este asunto de
Cagliostro en la “Asamblea General Masónica de Paris” fueron publicados por
el H.·. Thory en sus Acta Latomorum, tomo II, pág.102-127.
O “de la Alta
Observancia”(?) según Thory (ídem, t omo I, pág.103).
El H.: Ragon y varios
otros autores masónicos, inclusive el H.: Limousin, se encargaron de
propagar esta leyenda, así como aquella otra que atribuye a los Jesuitas la
creación de la “Estricta Observancia”. El H.: de Ribeaucourt se refiere
también a los “Superiores Incógnitos”, de “jesuítica memoria”. En efecto se
ha pretendido que las iniciales S. I. (o S. J.) (N. d. T. “Superieures
Inconnus” en francés) deberían interpretarse por “Societas Iesu”, y
hasta se llegó a crear una especie de juego de palabras, probablemente a
sabiendas, sobre “Clerici”, término que hubiera debido interpretarse
más bien en el sentido de “sabios”, poseedores de ciertos conocimientos
particulares, en lugar de aquel de “eclesiásticos”. Algunos llegaron hasta
ver igualmente a los Jesuitas en el origen del “Gran Oriente de Francia”. En
verdad parece tratarse de una verdadera obsesión.
Se trata de los
“Rosacrucianos” que publicaron hacia 1610 la Fama Fraternitatis,
seguido por otros varios manifiestos, que Descartes buscó vanamente por toda
Alemania. Muchas sociedades modernas con pretensiones iniciáticas, no se
fundamentan más que sobre el estudio de las doctrinas y de las teorías
contenidos en tales escritos. Sus adeptos (?) creen de esta manera
vincularse “místicamente’ con quienes fueron sus autores. Las tendencias de
éstos fueron muy claramente “protestantes” y “antipapistas”, hasta tal punto
que Krauzer interpretó las tres letras F.R.C. (“Frater Rosaecrucis”)
por “Frater Religionis Calvinistae”, “puesto que decoran sus obras
con textos apreciados por los Reformistas” (citado por Sédir, Histoire
des Rose-Croix, pág.65). Tal explicación puede ser, si no más exacta
literalmente, al menos más adecuada que aquella otra que identifica a los
“Superiores Incógnitos” con los Jesuitas, o que la opinión del H.·. Ragon
que atribuye a los mismos Jesuitas la invención del grado masónico que lleva
precisamente el nombre de “Rosacruz”.
Queremos destacar este
pasaje por ser particularmente importante por lo que concierne a la
“adaptación” de la enseñanza iniciática a las capacidades, intelectuales u
otras, de cada uno de aquellos que eran admitidos. Ciertos ocultistas
contemporáneos, perseguidos siempre por la misma obsesión, sostiene que los
verdaderos sucesores de los “Templarios” en esa época fueron los “Jesuitas”,
que habrían retomado por su cuenta el plan de venganza contra la Realeza, y
cuyos agentes más activos en tal empresa habrían sido Fénelon(!) y Ramsay
(ver Papus, Martinésisme, Willermosisme, Martinisme et Franc-Maçonerie”,
pág. 10-11). Bajo la influencia de semejantes ideas se llegó, contra toda
verosimilitud, a convertir a los Jesuitas en los inspiradores y jefes
secretos de las “Iluminados de Baviera”. Es cierto por otra parte que ni
siquiera se vacila en presentar al barón von Hundt como “el creador de la
Alta Masonería alemana” o “Iluminismo alemán” (ídem, pág. 67). ¡Singular
manera de escribir la historia!
Como este último a su
vez se “superponía” como todos los demás “sistemas de altos grados” a la
organización exterior de la “Masonería Simbólica”.
N.del T.: “Caballero por
la espada”.
N.del T.: “Caballero de
la pluma roja”.
El misterioso Gran
Maestre del que se trata y que no debe ser confundido con el “Superior
General” oficial de las Logias de la Estricta Observancia es el duque
Federico de Brunswick-Oels, “Eques a Leone Aureo” (N. del T:
“Caballero del León de Oro”) ascendido a tal dignidad en 1772 en la Asamblea
General de Kohlo, cerca de Pforten, en la Baja-Lausitz (Acta Latomorum,
t. I, pág. 103 y t II, pág. 296). Tampoco se trata del “Gran Maestre de los
Templarios” reconocido oficialmente por la Estricta Observancia
después de la “Reforma de Wilhelmsbad”: este último personaje fue de 1743 a
1788 el pretendiente Carlos Eduardo Estuardo, “Eques a Sole Aureo”( N. del
T. “Caballero del Sol Dorado”), quien tuvo como sucesor al duque Fernando de
Brunswick, “Eques a Victoria”, de 1788 a 1792, después a partir de
esa fecha el príncipe Charles de Hesse, “Eques a Leone Resurgente”
(Ídem, t I, pág. 283, y t II págs. 295, 333 y 384).
Thory (Obra citada,
tomo II, págs. 136 y 328) escribió “Cyano” en lugar de “Cygno”, sin dudas se
trató de un error. (N.del T.: “Caballero del Cisne Triumfante”)
Citado en el artículo
de Benjamin Fabre.
Histoire pittoresque de la Franc-Maçonnerie,
pág. 187.
Sería tal vez un error
tomar al pie de la letra esta designación de “Chipre”, ya que la Alta
Masonería del siglo XVIII tenía toda una geografía convencional sobre la que
volveremos oportunamente.
El H.·. Clavel tomó
casi textualmente este pasaje de las Acta Latomorum de Thory (tomo I,
págs. 117-118, año 1775).
Los judíos de África
del Norte son “Sefardíes”, vale decir descendientes de Judíos españoles y
portugueses, y pretenden poseer la “tradición” (Kábbala) mucho más pura que
la de los “Ashkenazim” o judíos alemanes.
Recordemos al respecto
la existencia de los “productores de lluvia” en gran cantidad de pueblos, y
particularmente entre los negros de África, donde son contados entre los
miembros más influyentes de las diversas sociedades secretas.
”El barón de Waechter,
embajador danés en Ratisbona, ardiente custodio del ‘Sistema de la Estricta
Observancia’, en donde era conocido con el nombre de ‘Eques a Ceraso’”
(Thory, ob. cit., t.II, pág. 392). Benjamin Fabre había consagrado otros
artículos al personaje.
La carta del príncipe
Carolath data de 1781, el año previo a la reunión de la Asamblea General en
Wilhelmsbad.
Podríamos agregar que
este ejemplo todavía se sigue, cuando cabe la ocasión, aún en nuestra época,
por varias obediencias Masónicas.
El mismo barón von
Hundt no podía explicar su propia carta patente cifrada. Más tarde, los
miembros del “Gran Oriente de Francia” tuvieron que renunciar a leer las dos
columnas de signos convencionales que figuraban sobre el “título
constitutivo” del “Rito Primitivo” (ver el Cap. V de la primera parte de la
obra de Benjamín Fabre).Subrayamos lo que a este respecto dijo “Eques a
Capite Galeato”: “... que tales columnas se encuentran ante una de
nuestras Logias, visto que no llevan consigo por otra parte ningún
certificado, ni indicio de su cualidad”(pág. 63).
Ciertamente todo lo
dicho parecerá fabuloso a ciertos antimasones, historiadores
escrupulosamente fieles al “método positivista”, para quienes la existencia
de los “Superiores Incógnitos” no es sino una “pretensión masónica
concluyentemente falsa”. Pero tenemos nuestras razones para no subscribir
tal juicio demasiado... definitivo, y tenemos plena conciencia de no
proponer aquí nada que no sea rigurosamente exacto. Los que no quieran
remitirse sino a documentos escritos, son dueños de defender todas sus
“convicciones”... negativas!
En esta fecha, después de hablar de Gugomos (quien recordemos había recibido
por lo menos una parte de su iniciación en Italia) Thory agrega: “El barón
de Waechter (“Eques a Ceraso”) era diputado en Italia por la antigua
‘Gran Logia Escocesa de la Franconia’. El motivo oculto de este viaje fue
el de reunir a los masones italianos con los de Franconia; el motivo
aparente fue buscar el secreto de la Orden, que se decía conocido en tales
parajes. Instituyó algunos Capítulos”(obra citada, t.I, pág. 118).
Citaremos sólo una frase de una segunda carta del príncipe de Carolath, que
revela inclusive la inspiración judía de Gugomos: “En el Congreso de
Wiesbaden, Kukumus pretendió realizar un sacrificio que sería consumido por
el fuego del cielo en el ardor de su plegaria”. En un orden similar de ideas
podrían hallarse curiosas enseñanzas estudiando a los “Elegidos Cohen”,
tanto como en el rito “egipcio” de Cagliostro.
Para finalizar con Gugomos anotemos todavía que, según “Eques a Capite
Galeato” Gugomos exigía “pruebas” de todos sus discípulos: tales
“pruebas” consistían principalmente ‘en grandes ayunos y en proporcionar
solución a problemas muy sutiles’. Hay que recordar la aplicación de estos
dos procedimientos iniciáticos, pues permite establecer analogías
instructivas sobre las cuales tendremos ocasión de volver. Parecería que
como dice el barón von Hundt “Kukumos mostró una patente extraordinaria”, lo
cual como vimos anteriormente, nada prueba en favor o contra de la realidad
de su “misión”, de igual modo que la negativa esgrimida por los HH.·. de los
Altos Grados de reconocer a los “Superiores Incógnitos” y de comprometerse a
someterse a ellos (sin conocerlos), no implica forzosamente la negación de
su existencia, a pesar de lo que pudieran decir los historiadores
“positivistas”.
Ver pág. 84 de la obra de Benjamín Fabre.
“La Bastille”, numero del 13 de septiembre de 1913.
Thory dice lo siguiente: “1768, 29 de octubre, Schroepfer se establece como
cafetero y abre su café en Leipzig. En una Logia de la ciudad instituye su
sistema, fundado en evocaciones y magia. A continuación fue perseguido y
denunciado como impostor y estafador. Seis años más tarde (el 8 de octubre
de 1774) se salta la tapa de los sesos en el ‘Rosenthal’, cerca de Leipzig,
a la edad de 35 años”. (Ob. Citada, t.omo I, pág.94)
“Carlos, duque de Courlande, miembro de la ‘Estricta Observancia’ con el
nombre característico de "Eques a Coronis’” (ídem, t.II,
pág.304)
El hecho debió ocurrir entre 1768 y 1774. El mariscal de Saxe, muerto en
1750, también fue masón y obtuvo (al igual que el príncipe de Conti)
numerosos votos para la Gran Maestría (de la Masonería Francesa) en la
asamblea de elección del conde de Clermont en 1743 (ídem, tomo II, pág.378).
Puede lograrse un juicio por medio de las cuestiones (“Proponenda”)
sometidas a la Asamblea General de Paris, convocada en 1785 por los
“Philatethes” (ver Thory, o.c., t.omo II, págs. 98-99). En nuestros días,
ciertos ocultistas trataron de la mismas cuestiones de manera demasiado
fantasiosa, que comprueba además que ellos también se encuentran “en el
mismo punto”.
Parece que lo mismo pudiera aplicarse a Kolmer, ya mencionado, e inclusive a
Schroeder, maestro de los Rosacruces de Wetzlar, a veces confundido por
error con Scroepfer, y que Thory describe simplemente con estas palabras:
“Schroeder, apodado el Cagliostro de Alemania, introdujo en la Logia de
Sarrebourg, en 1779, un nuevo sistema de magia, teosofía y alquimia”(O.c.
tomo I, pág. 141, y t. II, pág. 379).
“La Bastille”, número del 20 de septiembre de 1913.
Precisamente el año cuando apareció Schroeder o al menos su sistema. Tal vez
no sea sino una coincidencia, aunque también es posible que hubiera una
vinculación entre todos estos personajes, e incluso, sin ser conscientes de
ello.
Uber den Zweck des Freymauser Ordens,
1781 (Thory, o.c., t.I, pág. 368)
Thory cita además las siguientes obras: Saint-Nicaise, ou Lettres
remarquables sur la Franc-Maçonnerie”, Leipzig, 1785-1786 (Ídem., pág.
373); Sur le catholicisme caché des Jesuites, et leurs
machinations pour faire des prosélytes” (“Uber Kripto-Katholicismus
etc.”), Frankfurt, 1787-1789 (ídem. Pág. 376).
Der Stein des Antosses..
etc. (Thory o.c., t.I, págs 146 y 367).
Ver el listado proporcionado por Thory (o.c., t.II, pág. 95)
”Thory (o.c., t.I, pág. 123) agrega que dicha medalla “tiene un retrato muy
parecido del célebre masón”.
Este H.: Meyer fue convocado a la Asamblea General de París en 1785, y Thory
lo designa de este modo: “de Meyer, mayor ruso, de Estrasburgo” (o.c., tomo
II, pág. 95). El mismo autor lo identifica, quizá erróneamente, con el
escritor que tradujo del inglés al alemán una obra titulada La
Francmasonería no es más que un camino al infierno (ídem, t. I,
pág. 153, y t.II, pág. 354)
Se trata evidentemente de los “Templarios”.
“Ritual del Grado de Maestro”, pág. 34. Ragón cita a continuación las muy
conocidas palabras del H.·. J.J. Casanova sobre “El secreto de la
Masonería”, que no hacen sino confirmar tal declaración.
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